Querido cómplice:
Hace muchos años comencé un blog similar a este para contarte lo malo, lo bueno y lo dramático que era ser una tormenta de emociones. En aquel espacio busca explicar (me) la maraña de emociones que tenía como consecuencia de descubrir mi preferencia por hombres obesos y nalgones. Hoy, uso este medio para arrancar de nuevo mi vida, más que para salir de ella.
En hace algunos años me definía como una tormenta, porque con minúsculas provocaciones de fríos y cálidos vientos, mi vida se convertía en gran choque de vientos emocionales en todas las dirección. Hoy, me he dado cuenta que a veces te toca resistir el golpe de la tormenta de alguien más por amor, empatía y compromiso.
Para resistir a una tormenta, hay que ser como un risco junto al mar. Un risco que con paciencia espera la embestida de los cambios, que añora la calidez de nuevos tiempos y que luce acogedor cuando los ventarrones de la incertidumbre dan paso a los susurros de risas de dos amantes.
Los años y las decenas de hombres, uno en realidad, llamado Giordano, fueron condición suficiente y necesaria para esta metamorfosis. Dejo de ser un meteoro para convertirme en un lugar perene al que espero el corazón de mi gordo le sirva de refugio.
Este es un cambio natural, inminente y claramente que no tiene vuelta atrás. Acepto con grado de drama excesivo que mi cambio de forma ya se ve frente cuando me paro frente al espejo. Mis decisiones, mis pensamientos y mis omisiones que han llevado a ser un hombre diferente, y no por ello, menos memorable como lo he sido hasta ahora. Por eso, es crucial que haya un risco capaz de vivir la dura caricia de las olas de la vida.
Para quien quiera saberlo y para que mi mente abandone ideas de autosabotaje, me encuentro en uno de los peores momentos de mi vida porque perdí al amor de mi vida: te perdí Giordano. Sin sin saber a donde voy, trataré de encontrar un rumbo funcional, el cual seguro será más fácil de hallar que construir un México con PIB superior al 4% anual.
Espero que pronto esta tormenta termine,
Ícaro