lunes, 19 de octubre de 2020

Las canas me hacen sabio, sexy y sinvergüenza

 

Mi querido cómplice:

 ¿Cómo va la vida? ¿Has resentido los últimos fríos? ¿Listo para una temporada otoñal atado al cubrebocas, al gel y a un suéter para evitar que se te pegue la COVID? Yo, no mucho. Sin embargo, hay otras cosas que me distraen.

Hace un par de días cumplí años. Un evento mítico para todos los que creemos que los aniversarios son un punto de referencia para cotejar la lista de expectativas con los logros alcanzado durante el tiempo que le toma a la tierra darle otra vuelta al sol.

Te comparto que he decido incluir otros rubros en la autoevaluación anual que obsesivamente hago a mediados de octubre. También dejé de lado las rabietas de infante por no llegar a ser el modelo tecnócrata con el que sueño desde que entré a mi amenazada Facultad.

Quiero acotar que voy a ver el vaso a la mitad porque el optimismo está sobrevalorado y decir que todo va mal porque no concreto metas viejas es ser injusto conmigo mismo.

Iniciemos.

Primero, celebré modestamente con mis tres grandes amores: mi madre, mi travieso sobrino y mi grosso amore. Por tanto, puedo decir con orgullo que en mi vida hay amor; puro, honesto y desinteresado amor.

Segundo, no será mi trabajo ideal y tampoco he hecho mucho para convertirlo en tal. No obstante, tengo un salario digno ejerciendo eso que llaman Ciencia Política. Y si consideramos que hay empresarios y médicos como choferes de Uber y narcotraficantes como actores de televisión y políticos, no voy a minimizar el éxito de ganarme estos centavos con un trabajo ético, responsable y profesional.

Tercero, la lista de proyectos sigue sin incrementándose e incluso veo lejano alcanzar algunos sueños ahí registrados. Pero con calma, hoy tengo paz y dicha para reír a carcajadas con mi monstruo maricón; disfruto, aunque me canse por la panza, el educar a mi sobrino, y; voy paso a paso con eso de regresar a talla 38.

Más de una vez me quejé (a veces justificadamente) porque nací pobre, gordo y moreno. Con esta mano de naipes me toco jugar y en infinidad de ocasiones estuve en clara desventaja para lograr algo en el mundo al que salgo todos los días. Pero pocas veces agradecí por lo bueno, lo sabroso y lo divertido que esas condiciones sazonaron mi vida. Porque sin empachos puedo decirles que una orden de pescuezos rostizados de pollo con salsa valentina está más sabrosa que unos canapés de caviar negro importado con mantequilla de primera.

No es que haya cambiado de parecer o que yo niegue que aspiro a ser el siguiente intelectual orgánico que gane para México otro Nobel en Literatura, sino que aprendí a valorar con quilates esos nuevos momentos que estoy viviendo en el tercer piso.

Voy a conceder que la edad me está pegando bien; que vivo con una inesperada plenitud, y; que las canas me hacen sabio, sexy y sinvergüenza. ¿Será que el risco es tan fuerte como grande para encarar la tormenta de la vida?

Compinche, es tiempo de parar porque hay que seguir con la mina de sal digital gracias a la cual se paga el internet, los tacos y la coca sin azúcar.

Vamos con ritmo "arrasando con lo bueno; desechando todo lo malo. No hay oscuridad que cubra esta luz que en mi deslumbra."

Ícaro

sábado, 18 de julio de 2020

Un juego donde siempre se pierde

Querido cómplice:

Han sido muchos meses sin saber de ti. ¿Cómo has estado? ¿Cómo te trata la pandemia? ¿Has estado a salvo de esta enfermedad? ¿Cargas tu gel, guantes y cubrebocas a todos lados?

En los últimos días he sentido algo extraño. Bueno más de lo normal.

A pesar de la relativa paz que hay en mi vida consecuencia de decisiones prudentes (como cuidar de mi madre, apadrinar a mi sobrino, amar a Jurgen o cuidar mi trabajo), tengo la sensación se que no hago lo correcto.

Siento que mi madre sigue inconforme con la vida que le puedo dar; veo en los ojos de mi sobrino el dolor del abandono de sus padres y su ansia por tener una familia como las que ve en la TV; escucho las quejas injustificadas de mi gordo, y; me siento nuevamente que mi talento es desperdiciado en tarjetas de coyuntura política y reportes del INEGI.

Pero estoy haciendo lo correcto ¿no? Por un lado, le doy una mesada a mi mamá para sus gastos y cubro el pago de los servicios de su pequeña casa. Por el otro, cuidando no sobregirar la tarjeta, atiendo las necesidades materiales de mi sobrino al tiempo que paso varias horas jugando con él y charlando de su nueva caricatura favorita.

En el terreno de pareja, le doy todo lo que quiere Jurgen, lo cual es un gran paquete que incluye sin limitarse a sabrosos platillos cocinados por mí, me encargo de nuestra madriguera y de buena fe le ofrezco todo mi cariño y admiración.

Dentro y fuera de la oficina, me comportó con profesionalismo: entrego buenos productos, no contradigo decisiones por aspiraciones políticas y soy reservado con los temas de los que me entero.

Se que en los cuatro campos de batalla el saldo es positivo. En cada visita, mi mamá me recibe con una gran sonrisa y mi sobrino me abraza con intensidad al verme; cada 5 minutos,  mi gordito me mira con tremendo amor, y; cada quincena mi pago llega sin contratiempos ni excusas.

Sin embargo, siento que el éxito no llega y no llegará. A pesar de la gran y positiva motivación con la que hago las cosas, tengo la sensación de que la vida no me está jugando a favor. Cada día me convenzo de que este es un juego donde siempre se pierde.

Siento que en cada jugada pierdo terreno y mis conquistas son menos ciertas.

Mi madre se hace cada vez más anciana y se desilusiona más de su hijo homosexual, a pesar de que intento recordarle que si soy un buen hombre es por su ejemplo.

Mi sobrino crece y cada día veo un poco más de desilusión en sus ojos porque su familia no se soporta para estar en la misma habitación.

Mi voz es cada vez menos escuchada, a pesar de que Jurgen dice que me está oyendo con atención y que soy su devoción.

Y a veces siento que no voy a pasar de hacer tarjetas y resolver tareas administrativas en un oficina decadente.

Me preguntó: ¿la vida es así, me enfrento a un bache o soy un pesimista consumado? Por miedo a equivocarme responderé con timidez un sí a las tres preguntas. De esta forma me compro tiempo y me permito comerme otro pedazo de pan de dulce. 

Te tengo que dejar mi cómplice, porque los trastes no se lavan solos. Finjamos que cae el agua como acompañamiento de la ex-gorda Adele y cantemos juntos: "I wish I could live a little more, look up to the sky, not just the floor. I feel like my life is flashing by and all I can do is watch and cry."

Ícaro


viernes, 27 de marzo de 2020

Cuentos de puteria

Mi cómplice:

Espero que estés bien. ¿Cómo vas con este calor seco? ¿No odias este efecto invernadero que congoja la Chilangolandia? ¿Ya has tomado una ducha con agua fría para quitarte el calo'?

Por mucho tiempo quise tener un tema para escribir. Por ratos pensé que el estudio de la política sería mi zona de expertise, sin embargo mi falta de talento matemático lo hizo imposible.

Otras veces pensé que podría ser un poeta del siglo XXI, pero mi desconocimiento de Bennedeti y Lord Byron  me volvió a poner en la indefinición.

Esto cambio cuando al encontrarme a mí mismo como un cínico maricón, también encontré un tema sobre el cual podría escribir. Mediante los textos buscaba darle respuesta a muchos de mis preguntas internas que sin saberlo había sido las preguntas que en algún momento también se ha hecho otros miembros del equipo rosa. Mi versión sobre lo que era ser puto se convirtió en la camino para redactar varias decenas de paginas con risas, lagrimas y una que otra satisfacción.

Estoy contento de que mis cuentos de puteria sean punto de arranque y reflexión para quienes pasan por este blog y para quienes como yo (obsesos, petulantes y de piel canela) buscan darle sentido a su existencia con los mismos cánones que la vida le impone a los mortales: cómo encontrar el amor, el éxito y el sexo.

Si bien recurro a la ficción para darle uno que otro retoque a cada anécdota; espero que mi lector sepa que cuando se refiere a epístolas como ésta: la verdad es mucho peor que cualquier acto de imaginación.

Debo aceptar que yo mismo me sonrojo cuando releo esas líneas donde me describo con mucha sensualidad aunque rebaso los 120 kilogramos; seguido me sorprendo de haber "dicho en voz alta" muchos de esos deseos reprimidos que se ocultan en mi cabeza; y me siento muy orgulloso cuando con picardía le cuento al  mundo lo mucho que amo a ese gordito de ojos color chocolate.

Sin dejo de vanidad o ambición monetaria, espero que mis palabras trasciendan y reconforten a quien lo necesite como a mí cuando las lagrimas, la frustración y la ansiedad me han dominado. E igualmente me honraría que alguno o alguna me dedique una que otra manuela como consecuencia de enterarse de mis andanzas en esos hoteles misteriosos del centro con obesos desconocidos extraídos de Growlr o U4Bear.

Bien dicen por ahí que when I walk in the spot, this is what I see. (And) everybody stops and they staring at me; I got passion in my pants and I ain't afraid to show it ('cause) I'm sexy and I know it.

Alejandro




jueves, 26 de marzo de 2020

¿Mi obesidad sí será un problema?

Querido cómplice:

¿Qué tal te ido? ¿Guardas la respectiva cuarentena? ¿Has tenido que ir a trabajar? ¿Cómo se siente el ambiente en tus rumbos?

No quiero ser un egománico, pero pareciera que cada día más personas se preocupan porque mi panza, que ya rebasa los 100 centímetros, y sigue creciendo.

Hoy, con la cuarentena por el COVID-19, toda esa gente, incluyendo a mi jefe y a mi mamá, se cuestionan si no tengo terror a morir por ser población en riesgo, ya sabes por eso de que las personas obesas tienen mayor probabilidad de ganarse la lotería del SARS-COV2.

Ya lo he dicho más de una vez, las proporciones de mi cuerpo nunca han estado por debajo de la media. Es más, actualmente, estoy más de 30 kilogramos sobre lo tolerado para un hombre de mi edad. Sin embargo, verme gordo no me genera conflicto, pero si lo dicen los demás debería preocuparme, ¿no?

A diferencia de muchas personas con mi nivel de sobrepeso, yo camino mucho, tomo una cantidad abundante de agua y claro tengo una actitud de realizar las cosas yo mismo: barrer debajo de la mesa, agacharme por un lápiz que está en un rincón estrecho o andar por horas en el centro de la ciudad para conseguir la brillantina especial del regalo del día de las madres. Pero parece que eso no suficiente para palear los efectos de mi creciente masa corporal. 

No me molesta tener una zona exclusiva en las tiendas departamentales para escoger entre 5 diferentes combinaciones de ropa la que será mi no original colección de temporada. No obstante, tener problemas para amarrarme los cordones de los zapatos, no poder estar parado por largos períodos de tiempo, o sudar por pequeños esfuerzos me parece incomodo.

Estas eventualidades, así como el latente discurso sobre la importancia del cuerpo sano (el cuerpo delgado) me han llevado a pensar si estoy en un error. En mi cabeza me ronda la idea de si mi obesidad si será un problema: una situación con trágico final y que me amenaza taco con taco que me llevo a la boca.

Tengo la convicción de ser una persona de talla grande, pues me gusta verme gordito buena onda, aunque dicen no siempre soy así. Pero me pregunto qué pasará en el largo plazo me conservo en talla 40 de cintura, en "XXL side" para saco y si tengo que evitar las cinturones de marcas genéricas que sólo llegan al 38 slim fit.

Es momento de sentarme frente al espejo y preguntarme si lo que veo es la única alternativa para ser yo mismo.

Por mientras tararearé a los Keane quienes decían que "So little time: try to understand that I'm; trying to make a move just to stay in the game; I try to stay awake and remember my name. But everybody's changing and I don't feel the same.

Alejandro   

jueves, 9 de enero de 2020

Perdido en el mapa

Querido cómplice:

¿Cómo estás mi bien? ¿Qué tal las fiestas navideñas? ¿Mucho pavo, alcohol y momentos de ocio? Espero que tus días descanso hayan sido reparadores.

Desde hace días, mi cabeza dejo de tener conexión con el resto de mi cuerpo. Sólo puedo pensar en que me falta algo, que perdí algo; aunque a veces creo que nunca lo tuve.

La ansiedad regresó y me siento perdido en el mapa aunque el trazo es claro para decirme donde estoy: aferrado al mismo punto, sin avanzar e ignorando los caminos que hay. Me siento atrapado en un mar de palabras huecas, de personas indiferentes y sentimientos apócrifos, aunque yo mismo me puse esta jaula dorada.

Sé que la última vez que hablamos te dije que iba a empezar a pensar en mí. Sin embargo, como es mi costumbre, empece a pensar en todos antes que en el gordo de 120 kilogramos que veo todos los días frente al espejo. Me deje para después.

De nuevo lo hice: fui al centro comercial pensando que el aguinaldo, el tiempo y el amor alcanzarían para regalarme un poco después de darle a todos los demás lo que me exigen. Pero regresé sin un mugroso peso, completamente agotado y sintiéndome absolutamente solo.

Ahora, como soy adicto a hacerlo, me siento como la taza rota pegada con cola y arrumbada en la alacena: usado para sacar del apuro, despreciado por caerme a  pedazos y relegado por quien prefiere a las otras opciones con las que se me compara.

Bueno, es suficiente de autocompasión, vayas a creer que estás leyendo a un hombre más pusilánime de lo que ya soy. Me recostaré un momento en el sillón de la oficina al tiempo que tarareo a la Minnelli: "¡All the odds are in my favor; something's bound to begin. It's got to happen, happen sometime. Maybe this time.. maybe this time, I'll win!"

Alejandro