Querido cómplice:
¿Cómo estás mi bien? ¿Qué tal las fiestas navideñas? ¿Mucho pavo, alcohol y momentos de ocio? Espero que tus días descanso hayan sido reparadores.
Desde hace días, mi cabeza dejo de tener conexión con el resto de mi cuerpo. Sólo puedo pensar en que me falta algo, que perdí algo; aunque a veces creo que nunca lo tuve.
La ansiedad regresó y me siento perdido en el mapa aunque el trazo es claro para decirme donde estoy: aferrado al mismo punto, sin avanzar e ignorando los caminos que hay. Me siento atrapado en un mar de palabras huecas, de personas indiferentes y sentimientos apócrifos, aunque yo mismo me puse esta jaula dorada.
Sé que la última vez que hablamos te dije que iba a empezar a pensar en mí. Sin embargo, como es mi costumbre, empece a pensar en todos antes que en el gordo de 120 kilogramos que veo todos los días frente al espejo. Me deje para después.
De nuevo lo hice: fui al centro comercial pensando que el aguinaldo, el tiempo y el amor alcanzarían para regalarme un poco después de darle a todos los demás lo que me exigen. Pero regresé sin un mugroso peso, completamente agotado y sintiéndome absolutamente solo.
Ahora, como soy adicto a hacerlo, me siento como la taza rota pegada con cola y arrumbada en la alacena: usado para sacar del apuro, despreciado por caerme a pedazos y relegado por quien prefiere a las otras opciones con las que se me compara.
Bueno, es suficiente de autocompasión, vayas a creer que estás leyendo a un hombre más pusilánime de lo que ya soy. Me recostaré un momento en el sillón de la oficina al tiempo que tarareo a la Minnelli: "¡All the odds are in my favor; something's bound to begin. It's got to happen, happen sometime. Maybe this time.. maybe this time, I'll win!"
Alejandro