Querido cómplice:
Han sido muchos meses sin saber de ti. ¿Cómo has estado? ¿Cómo te trata la pandemia? ¿Has estado a salvo de esta enfermedad? ¿Cargas tu gel, guantes y cubrebocas a todos lados?
En los últimos días he sentido algo extraño. Bueno más de lo normal.
A pesar de la relativa paz que hay en mi vida consecuencia de decisiones prudentes (como cuidar de mi madre, apadrinar a mi sobrino, amar a Jurgen o cuidar mi trabajo), tengo la sensación se que no hago lo correcto.
Siento que mi madre sigue inconforme con la vida que le puedo dar; veo en los ojos de mi sobrino el dolor del abandono de sus padres y su ansia por tener una familia como las que ve en la TV; escucho las quejas injustificadas de mi gordo, y; me siento nuevamente que mi talento es desperdiciado en tarjetas de coyuntura política y reportes del INEGI.
Pero estoy haciendo lo correcto ¿no? Por un lado, le doy una mesada a mi mamá para sus gastos y cubro el pago de los servicios de su pequeña casa. Por el otro, cuidando no sobregirar la tarjeta, atiendo las necesidades materiales de mi sobrino al tiempo que paso varias horas jugando con él y charlando de su nueva caricatura favorita.
En el terreno de pareja, le doy todo lo que quiere Jurgen, lo cual es un gran paquete que incluye sin limitarse a sabrosos platillos cocinados por mí, me encargo de nuestra madriguera y de buena fe le ofrezco todo mi cariño y admiración.
Dentro y fuera de la oficina, me comportó con profesionalismo: entrego buenos productos, no contradigo decisiones por aspiraciones políticas y soy reservado con los temas de los que me entero.
Se que en los cuatro campos de batalla el saldo es positivo. En cada visita, mi mamá me recibe con una gran sonrisa y mi sobrino me abraza con intensidad al verme; cada 5 minutos, mi gordito me mira con tremendo amor, y; cada quincena mi pago llega sin contratiempos ni excusas.
Sin embargo, siento que el éxito no llega y no llegará. A pesar de la gran y positiva motivación con la que hago las cosas, tengo la sensación de que la vida no me está jugando a favor. Cada día me convenzo de que este es un juego donde siempre se pierde.
Siento que en cada jugada pierdo terreno y mis conquistas son menos ciertas.
Mi madre se hace cada vez más anciana y se desilusiona más de su hijo homosexual, a pesar de que intento recordarle que si soy un buen hombre es por su ejemplo.
Mi sobrino crece y cada día veo un poco más de desilusión en sus ojos porque su familia no se soporta para estar en la misma habitación.
Mi voz es cada vez menos escuchada, a pesar de que Jurgen dice que me está oyendo con atención y que soy su devoción.
Y a veces siento que no voy a pasar de hacer tarjetas y resolver tareas administrativas en un oficina decadente.
Me preguntó: ¿la vida es así, me enfrento a un bache o soy un pesimista consumado? Por miedo a equivocarme responderé con timidez un sí a las tres preguntas. De esta forma me compro tiempo y me permito comerme otro pedazo de pan de dulce.
Te tengo que dejar mi cómplice, porque los trastes no se lavan solos. Finjamos que cae el agua como acompañamiento de la ex-gorda Adele y cantemos juntos: "I wish I could live a little more, look up to the sky, not just the floor. I feel like my life is flashing by and all I can do is watch and cry."
Ícaro