Mi querido cómplice:
¿Cómo te ha ido? ¿Qué ha sido de tu vida estos varios meses sin saber uno del otro? ¿Hallaste la forma para escapar a este virus mundial? ¿No estás tan loco y fuiste a esas filas eternas para ponerte tu vacuna rusa?
Sin sarcasmos o códigos ocultos deseo que tu vida vaya en
orden y que los eventos inesperados los puedas atender sin mayor complicación.
Me he dado cuenta que tiene más de 6 meses que te escribí
por última vez; me he dado cuenta que me abandone al abandonar nuestra correspondencia también me abandone a mí mismo por un largo rato;
me he dado cuenta que deje de parar frente al espejo para para reconocer y abrazar mis
temores, mis escuetas hazañas y mis nuevas canas.
Seguro te preguntas por qué y descubro que también me lo pregunto. Voy a ser cuadrado y usaré la explicación más obvia: deje de pensar en mí y por
tanto deje de atender aquel flujo de ideas perversas y sueños inocentes que llegan a mi cabeza.
Si te soy franco me cuesta trabajo continuar esta carta. Me siento ausente entre estas líneas y las palabras tampoco están acá. Ellas y yo nos reusamos a contar una nueva anécdota, aunque ésta fuera lo suficientemente relevante y ridícula para merecer ser contada.
Sin embargo, si hay musarañas y fantasmas emocionales que debo vomitar en una nueva hoja. Creo que simplemente no sé por dónde empezar; que no sé a dónde voy; que no sé si me quiero moverme de esa insípida quietud.
Te aclaro: mi silencio no indica que todo esté bien por si dejas de saber de mí otra vez. Más bien, hay una ausencia completa de incentivos para escribir y escribirte. Pareciera que estoy en
una superficie estéril donde no hay huellas que seguir, no hay viento que indique
direcciones ni un cielo estrellado que guíe en la oscura noche.
Me resisto a aceptarlo, pero parece que me rendí.
Me siento sin ánimos, siguiendo la vida, pero sin vivirla. Voy sólo contemplando hechos aleatorios que se presenta de lunes a domingo en un
horario habitual de 9 a 19 horas.
No reconozco este clima emocional, pero tengo la sensación de que esta calma no es sana. No obstante, te aseguro no añoro esa cantidad estúpida de problemas y peripecias que sufría en cada tormenta emocional.
Sospecho con pereza que me enfrento a algo lamentable por el que tendré que deambular tarde o temprano.
Haré una pausa en esta visita a aquel campo de gris en el
cual me puse y del cual no descifro si debo o no salir.
Te dejo y espero que la próxima vez que nos leamos haya al
menos lágrimas y un buen plato de queso gouda para compartir.
(Sonido de
fondo: “Cellophane. Mister Cellophane should have been my name: Mister
Cellophane. 'Cause you can look right through me, walk right by me and never
know I'm there...”)
Ícaro
26 de enero
de 2022