Querido cómplice:
No me hago la víctima aunque lo puedas o lo quieras pensar. Estoy herido. Devastado.
Siento un gran dolor, porque la verdad se me estampó en la cara, porque tengo que reconocer que mi amor se contaminó, porque esos famosos arranques de amor no son virtuosos.
Las que siempre presumí como hazañas, mis grandes locuras de amor son lo que siempre fueron artilugios extremos que era innecesarios, que fueron cansados y que consumieron el amor.
Me pesa decirlo en voz alta, pero tengo que reconocer que mi forma de amar daña más que protege, irrita más que calma y destruye más que construye.
Sin embargo, no hay motivos para afirmar que el amor no debe ser gigantesco, colorido y luminoso; así como sus proxies.
Tendré que aprende a expresar mi amor de otra forma, sin embargo no conozco evidencia que diga que mi amor no debe ser voluminoso, festivo y memorable. De aquí no me muevo, porque el amor que voy a seguir dando será talla plus como mis pantalones. Eso si, será delicado, preciso y sincero.
Voy a caminar por este bache sin enterrarme en el fondo; me voy a seguir amando con entereza y voy a volver a reír a pulmón lleno como lo hecho por más de tres décadas.
Mi cómplice, te dejo. Sigo entre sollozos, pero no desesperado mientras se reproduce en aleatorio “Lights will guide you home, and ignite your bones and I will try to fix you.
Alejandro