Mi cómplice:
¿Cómo te ha ido en estas semanas de silencio? ¿Todo en orden o será que aprendiste como yo a vivir las crisis en silecio? ¿Hay avances en el gobierno de las emociones o sólo es simulación como la del gestión del Lic. López?
Creo que no te conté que como parte del proceso de recuperación de mi amputación nupcial empecé nuevas actividades. Desde mediados del año pasado, me enrolé en un equipo de rugby. Fue un experimento emocional. Asistí a la primera práctica pensando que si hacía un deporte de neandertales como este, entonces me doliera más mi carne que mi espiritu.
Sin embargo, lo que encontré ahí no fueron golpes sin sentido, ni machos emanando piropos a toda femina que se acercaba o gente sin cerebro que corría tras un balón en forma de óvalo. Desde el minuto uno, estuve rodeado de gente amable que quería jugar al rugby sin importar si eras maricón, suplanucas o si adorabas al dios de un ojo.
Me costó varias semanas, muchas horas viendo videos de jugadas e infinidad de preguntas riduculas al coach, pero al final entendía en consitía la batalla a campo abierto que emula el rugby. Para el inicio del invierno, ya sabía que yo era un forward (jugador de choque), había logrado un par de try (anotación), y encontré mi lugar en el scrum (formación para pelear en grupo por la posesión del balón).
Para inicios del 2023, deje atras algunas telerañas emocionales y apuntalé mi terapia ocupacional con nueva indumentaria. Me regalé un chillante balón amarillo de la selección australiana de ruby (de oferta en Amazón), compré un par de camisetas nuevas para reponer las que se habían jalado en práctica y adquirí lentes de contacto para intentar no recibir el balón con la cara como acostumbro.
A veces con pereza, a veces sin dinero y otras veces tristón, tengo el hábito de cruzar la ciudad los martes y jueves. Un hábito que es algo pesado porque casi siempre voy desde el poniente fífí hasta un campo en la Agricola Oriental (barrio popular cerca de la frontera entre la CDMX y EDOMEX).
El día de ayer, un martes de entrenamiento, llegué al campo para otra paliza física y otra limpieza emocional. El coach, como si fuera algo casual (pero no lo era), entregó a varios de los jugadores algún jersey de equipos famosos de rugby. Nos dijo que esperaba que nos quedarán y que era un obsequio de ropero. Empero, leimos entre líneas: era un reconocimiento a las horas de práctica y un exhorto para seguir con la motivación que domina las prácticas.
Me probé la camiseta de Irlanda para la temporada 2007-2008. Ésta me quedo a la perfección. Me emocioné de vestir por primera vez como esos goliats esmeraldas que vi en el torneo de las Six Nations hace unas semanas por la TV.
No negaré que el día de ayer, un martes de entrenamiento, estuves más contentó de correr tras una pelota que no alcanzó, de intentar otras mil veces atrapar un balón evasivo y de colicionar contra otros gordos de más de 100 kilogramos. En un martes de entrenamiento, seguía mi vida.
Cómplice, es momento de sobarme un poco mis tobillos, de salir a trabajar y de recorrer esta contaminada ciudad sin olvidar que gracias al rugby sé que "your mind becomes fast as lightning. Although the future is a little bit frightening. It's the book of your life that you're writing."
Alejandro