jueves, 14 de noviembre de 2019

Con fugas aún sirve este florero

Querido cómplice:

Buenos días. ¿Cómo va el cambio de clima? ¿Ya desempolvaste las chamarras para nieve que innecesariamente usas en la Ciudad de México cuando la temperatura ronda los diez grados celsius? ¿Listo para un frío invierno en soledad?

Cada día se ha vuelto más difícil que el anterior, será que cada vez siento mi corazón más roto. No importa bien las etapas de proceso, el resultado es el mismo: me siento destrozado, en pedazos y sin mucha energía.

Últimamente regrese a rezar, y no lo hago por mí. Me considero un condenado por mis actos. Lo hago por él. Rezo porque la tormenta que es su mente paré y encuentre paz. No puedo hacer otra cosa.

Siempre pensé que era exagerado cuando en poemas y cartas de amor, los autores hablaban de pasar en vela toda la noche. Pero, ahora que me ha tocado pelar los ojos por horas sin conciliar el sueño me he dado cuenta que mi peor enemigo es mi propia mente.

Incluso este texto no es más que un grito de ayuda de quien desesperadamente pide que lo abracen, que lo protejan y le cuiden el sueño por el resto de su vida.

Cuando pienso en una solución al momento que vivo, no puedo dejar de pensar en esa idea mediocre de ser una ave a la que no le enseñaron a volar y que a traspiés ha logrado levantar el vuelo por grandes distancias. Y tuerzo los ojos al recordar todas la veces que tenido que ofrecer una falsa reverencia a quienes amablemente me dicen que soy un ejemplo para quien con más hace mucho menos que yo.

Me molesta tener que justificar la desventaja que vivo todos los días. Me parece ridículo tener que asumir una actitud tibia y autoconvencerme de que con fugas aún sirve este florero. Estoy hastiado de tener que arreglar lazos afectivos de personas con los mismos problemas emocionales que los míos. No es un oficio que me genere mucho orgullo.

A diario, me toca decidir entre lo que es lo correcto (cuidar una madre, cuidar un hijo, cuidar un trabajo, cuidar una casa, cuidar una amistad, etcétera) y lo que mi mente me pide: pensar por y para mí mismo. Antes de ponerme los lentes y levantarme de la cama, me toca cumplir una promesa en lugar de pensar en cubrir mis necesidades.

Quisiera sólo un día, porque no me doy permiso de otra cosa, de amar y ser amado como lo demando. Sólo un día en el que él regresara y no hubiera culpas ni disgustos.

Sólo quiero que me carguen mis baterías si tengo que seguir con esta autoinflijida naturaleza.

Te dejo mi querido amigo porque me toca seguir vendiendo mi talento al mejor postor a cambio de tener otros cinco minutos de internet y frustración.

Ícaro






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