Mi querido cómplice:
¿Cómo te fue en tus vacaciones? Las mías fueron una montaña rusa sin control de velocidad y sin las protecciones para mi corazón, mi salud mental y mi reputación como amante internacional.
Tomé la decisión de cumplir mi última promesa a Giordano: Nuestro viaje de vacaciones por sus primeros 30 años. Sin embargo, vinimos a gringolandia sabiendo que él me había dejado por otro; nos subimos al mismo avión sabiendo que el me había engañado con un tipo que a mi juicio no me hace sombra; visitamos a mi hermano y compartimos su mesa fingiendo que no hay una cantidad infinita de reproches para justificar su infidelidad y justificar mi codependencia; compartimos la cama para dormir y fornicar creyendo que visitar el Paseo de la Fama y los antros gays de West Hollywood no tendría un costo para nuestra salud mental.
Pequé de absoluta inocencia al creer que lo peor que me podía pasar era recuperar un par de kilos por la ingesta masiva de soda y harinas procesadas de la comida nativa del país de las barras y las estrellas. Sin embargo, mi viaje acabó mal, como todos lo supusimos, porque no le sé poner límites a Giordano, me volví a poner de pechito para que abusara de mi carácter y volví a perder la cabeza y a gritar a media calle a las 3 de la mañana.
Los malditos celos derivados de la compulsiva necesidad de Giordano de reportarle su vida y hasta mi vida a ese tipo cobarde me consumieron mientras bailábamos por petición suya en un bar mediocre de la zona rosa de Los Ángeles. No pude soportar que unas horas antes de regresar a casa y a unas horas de cumplir 7 años de abandonar el closet otra vez me sitiera el plato de segunda mesa de quien me dice que me ama y que mientras me decía que quería estar conmigo, Giordano con su mente ya estaban en otro país y con otra persona.
Termino mis vacaciones con el sabor más amargo y podrido que pudo haber; llego a mis primeros 7 años amándome al 100%, pero rechazado esa versión de mí que me limita; regreso a casa con la cola entre las patas porque pensé que mi fea historia de amor podría tener un final feliz de dos gordos enamorados comiendo In N’ Out frente a la playa de Santa Mónica.
Ya no puedo hacer nada. Ya fui, otra vez y en su versión internacional, ese monstruo horrible mientras pretendía ser el papá de Giordano, la niñera de Giordano, la enfermera de Giordano, la mucama de Giordano, pero nunca su pareja.
Me voy a poner llorar lo que necesite porque cuando cruce migración en unas horas voy a regresar a mi realidad: la realidad que no niego, que abrazó y que acepto. Me daré la oportunidad de retornar a mi departamento en un rincón cerca del cielo, a mis aplicaciones para buscar amantes que queme ayuden con mi cardio del día, a mis libros y mis estudios truncos, y a vivir para mí y sin pesos ajenos.
Estaré en casa cuando llegue mi séptimo cumpleaños, cuando inicie este nuevo año estaré más cerca de una década de éxitos de amor propio que de un lustro de mentiras de una relación tóxica, cuando el inicie otro ronda del sol sólo lloraré porque me pegue en el dedo gordo con la esquina de la cama y no porque mi autoestima esté en el suelo consecuencia de que Giordano se fue a vivir con ese hombrecillo en menos de 24 horas de haberme dejado.
Basta de este drama. Dos meses fueron suficiente.
Me voy a cambiar el switch. El 7 va a ser mi número de la suerte y voy a empezar otro año con la luz y la sombra sin tener más que ganas de vivir: errores, fracasos, lagrimas, éxitos, risas y amores. Se queda en Estados Unidos este dolor porque ya lo cargué por medio continente y no saco nada productivo de ello ni recupero a Giordano.
Voy a regresar con dos maletas llenas por mi paso por Ross, Target y Macy's, pero la carga, esa carga de mierda, ya no viene conmigo.
Mi querido cómplice es tiempo de pasar la revisión de seguridad en uno de los aeropuertos más grandes del mundo. Será que en el cateo me decomisan mi cinismo, mi tristeza y mi lujuria.
También es momento de dar uno de los pasos más importantes de mi vida: pensar únicamente en mí y para mí. Dejemos que el gordito de Sam Smith me aconseje al oído para salir adelante “everyday I’m trying not to hate myself. But lately, it’s not hurting like it did before. Maybe I am learning how to love me more.”
Alejandro
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