sábado, 25 de junio de 2022

Hay sábanas que ya rasgadas no tienen arreglo

Mi cómplice:

No hay saludo de inicio. No me siento de buenas para fingir estabilidad emocional ni cortesía.

Yo después de muchos días intentando vivir estrellado ya me quebré. No dejo de llorar, no dejo de sentirme aislado y no dejo de tomar malas decisiones. 

Pensé que si iba a un buen paso no me iba alcanzar la soledad, la tristeza y la desesperación de su pérdida. Pero la verdad es que estoy cada día más abandonado, cada hora más cansado y cada minuto más ansioso. 

La navigay llegó para recordarme que sigo en la ruta del ostracismo. No soy el tipo bonachón con el que su amor quiere estar, no soy el tipo seductor que todos quieren cortejar y no soy la persona que puede seguir después de un trauma por desamor. 

De nada me ha servido mi terapia ocupacional, de nada me ha servido vivir pegado a mi agenda y de nada me ha servido dejar de decir su nombre. Todo el tiempo estoy distraído; todo el tiempo mis planes colapsan y todo el tiempo escribo su nombre en el viento, en mi teléfono y en mi cabeza. 

Soy como esa sabana que sigo reparando después de que se le hace una rasgadura nueva. 

Más tardo en arreglar con costuras invisibles mi alma que lo que tardo en volver a sentirme débil y sin aliento. Estoy empezando a pensar que hay sábanas que ya rasgadas no tienen arreglo y qué más vale usar de trapo. 

Creo que es momento de dejar de creer en el amor, en la vida en pareja y en las relaciones funcionales porque parece que ninguna existe, que ninguna es compatible conmigo y que ninguna combina con mi carácter. 

Te dejo porque el mesero me presiona para dejar la mesa si ya acabe de comer. Sin música de fondo me voy a pagar mis enchiladas suizas y a fingir que hay dirección a pesar de ser otro día sin ti. 

Alejandro, 

jueves, 16 de junio de 2022

Jürgen o ¿Quieres ser mi mejor amigo?

Nota: 

Este texto fue escrito y editado entre octubre y diciembre de 2017. Accidentalmente, el texto omite una paquete de detalles y presenta algunas lagunas de tiempo sobre los hechos de la relación entre los protagonistas. Sin embargo, esta carta busca señalar el proceso de enamoramiento entre estos dos gordos amantes. 

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Querido cómplice:

No puedo creer que ya pasó un año desde aquel día en el que me convertí un empleado más de los medios de producción capitalistas. Hoy como hace 52 lunes, ingresé por esa horrible puerta blanca en el Departamento de la Familia. Este día es el aniversario del momento en el que financieramente deje de ser un niño universitario con los pies llenos de barro para convertirme en un enajenado esclavo de la cadena de producción y consumo. Empero, eso hoy me importa un reverendo pepino.

Compinche: ¡Estoy más que excitado! Y no hablo sobre el bulto que llevo en la entrepierna casi todos los días a cualquier hora. Hablo de éxtasis. Estoy emocionado porque desde algunas semanas charlo, como, juego, duermo, rio y fornico con un bodoque que lo mismo me encandila con el Wii o me habla de bioquímica avanzada en un inglés casi británico.

Camarada sé que vas a preguntar si este es otro de mis amores de 2 quincenas como los que acostumbro desde que proletariamente existo al sur de la ciudad mexica. Y sí, es válida tu pregunta.

Pero, mientras observo mi tosco reflejo en los opacos cristales del metro que me lleva a mi fábrica personal de frustración laboral, acepto que la respuesta para esa interrogante es que “no tengo la menor puta idea.” Tengo que reconocer que cuando conocí a Jürgen mi único fin era usar su culo como un medio de desahogo para la frustración de un mal día en mi oficina.

Sin embargo, después de charlas alivianadas; de mensajes llenos de ternura; fornicación salvaje, así como de noches enteras de dormir uno en brazos del otros, un sentimiento está empezando dispersarse por este gordo de piel canela. Un sentimiento que me pone muy de buenas.

Acá en corto te cuento que Jürgen es investigador en formación de la Escuela de Química de la Universidad Autónoma Mexicana de la Nación. El gordito de ojos color chocolate estudia el último semestre de un Master en Ciencias Bioquímicas. Es un pequeño Goliat de unas 250 libras y con un suave y prominente vientre como la porcelana. Jürgen y yo nos conocimos de la forma más romántica en la cual nos podemos conocer los maricas milenials cuando estamos buscando “una relación seria y monógama” (giño giño); mediante una famosa app: Growlr.

Esa noche estaba hastiado de las decisiones sin sentido de la burocracia gubernamental. En aquel día, el gimnasio no parecía ser la solución. No quería limitarme a verle el culo al gordito blanco que siempre saludo sin saber su nombre en las caminadoras del gym. En aquel día necesitaba liberar mi frustración de manera desenfadada. Entonces, la búsqueda por la terapia empezó.

Abrí mis apps escudriñando por una sesión antiestrés; seleccioné a varios candidatos para zarandearnos a través de un bamboleo horizontal, y el elegido fue un chico con cierta mira tierna bajo el nombre de “J.” Mi efímero terapeuta y yo empezamos a charlar; compartirnos algunas fotos impúdicas y acordamos follar esa misma noche. Nos citamos en la salida norte del metro de la avenida Popocatépetl y el Eje Central, porque “J” tenía lugar para la parchada.

Treinta cuatro minutos más tarde llegué al punto de reunión. Nos presentamos cortésmente. Él me indicó que su nombre era Jürgen y me invitó a entrar a su casa, la cual se encuentra a unas decenas de metros de la estación.

Caminé a buen paso y crucé el portón de la casa, al tiempo que me presentaba como Ícaro. Unos segundos más tardes, mientras le arrancaba el pantalón y la camiseta tipo polo color morada, le di el primer beso. Acto seguido, intercambiábamos algunas caricias traviesas en su cama que me llevaron a preguntarle de una manera picara: “¿Quieres ser mi mejor amigo?”

El gordito con los ojos como perlas de chocolates respondió al acabar de reír “Ya en serio. ¿Me vas a decir eso para cachondearme?” Sin titubear me desvestí lo más rápido que pude y al ritmo que me acariciaba en la entrepierna exclamé que al terminar esa noche él iba a acceder a ser mi mejor amigo.

La noche se nos fue como agua. La química enfebreció sin necesidad de catalizadores adicionales.

Cada uno disfrutó del otro lo que quiso y produjo placer con cada repetición. Yo disfrutaba acariciar y morder por todos lados y él degustaba con su boca por donde se le antojaba. Después de la tercera justa de moles, Jürgen un tanto pícaro me abrazó, me dio un beso lento que respondí al tiempo que cerraba los ojos.

Sin decir nada, este personaje se detuvo y me interrogó: “Ícaro, ¿tú quieres ser mi mejor amigo?” y me abrazó sin decir más. Yo respondí estrujándolo con fuerza: “Te lo dije. Claro que sí, niño.” El gordito con pecas en la nariz se dejaba cobijar en mis brazos y sin darme cuenta que esa noche de sexo se convertiría en otra cosa.

Para la tercera noche de nuestro primer encuentro, Jürgen y yo habíamos quedado en vernos para repetir. A la tarde siguiente, un domingo fresco de verano, mi pene volvió a ser un invitado en la intimidad de este gordito. Y el miércoles siguiente se repitió la propuesta de ir a ver Netflix a la casa del gordito con nariz pecosa.

Ese miércoles llegué un poco más temprano. A eso de las 7:50 ya nos estábamos saludando frente al zaguán verdoso de la casa de Jürgen. El acto se repitió con más agilidad y con tanta conmoción que mis calzoncillos acabaron sobre la pantalla de 28 pulgadas, la cual reproducían a todo volumen We bare Bears intentando opacar, minúsculamente, las bufonadas de ambos.

En el colofón de los orgasmos, la charla típica de una joven pareja comenzó con una dinámica natural. Finalmente, sin darme cuenta y dejando la regla máxima el amante casual (Uno no debe emocionarse de más después del sexo porque a veces un puro es sólo un puro y un palo es sólo un palo) invité a cenar a Jürgen.

Acordamos una cena ligera en una pizzería de cadena: una pizza de pepperoni familiar de 8 rebanadas para 4 personas y una soda de medio galón. Después regresamos a su casa y en el camino íbamos hablando de cosas sin sentido, de viajes pasados y de RuPaul’s Drag Race. Todo el camino fuimos tomados de la mano.

De regreso en el cuarto de Jürgen, no me importó que ambos tuviéramos la panza como balón por la comida. Desnude al gordito pecoso y empezó la acción por tercera vez. Después, cuando ya me disponía a irme, antes de siquiera poder decir algo, el gordito con ojos de perlas chocolatosas me reprimió el hecho de irme sin bañarme.

Sabiendo que me cumplía una de mis más anheladas fantasías, Jürgen me sugirió que juntos tomáramos una ducha. Para ello, con torpeza, me aventó una toalla aventajada, él tomó otra igual, también se metió a la bolsa de su short un par de mis condones y el lubricante, y, finalmente, me llevo de la mano al baño.

Esa noche, antes de regresar a mi casa, nos comimos a besos en ese descuidado baño amarillo. Mientras el jabón se deshacía en el piso y el agua corría por todos lados, las caricias entre Jürgen y yo como preámbulo de la despedida de esa noche y del inicio de un nosotros.

Mi compinche, han pasado casi tres meses desde esa primera cena con pizza. Jürgen y yo empezamos una relación que hasta ahora me encanta por todo, especialmente, porque es de dos y para dos.

Me emociona contarte que el cine abunda; que la comida no sobra; que el respeto nos limita; que los consejos y las palabras de apoyo se compagina, y que las risas me sobran desde aquel día. Creo que la dicha anda por acá.

Me despido deseándote lo mejor. Me voy al encuentro de mi gordito para nuestra pizza de miércoles. Inicio mi viaje siguiendo la pista de La Oreja de van Gogh: “Me gustaría inventar un país contigo para que las palabras como patria o porvenir, bandera, nación, frontera, raza o destino tuvieran algún sentido para mí […] Si tú también lo sientes, si a ti también te apetece, no lo pienses, vámonos, ya somos dos. ¿Por qué no me das la mano y nos cogemos este barco celebrando con un beso que hoy es hoy? Que nuestra patria existe donde estemos tú y yo; que todo estará cerca si cerca estamos los dos.”

 Alejandro (Ícaro)


martes, 14 de junio de 2022

Corte y queda

 Mi cómplice:

¿Qué dice la lluvia y el granizo que cubren la ciudad sin tregua? ¿También piensas que dejaste ir la oportunidad hacer angelitos con el granizo que cubría el parque de Tlacoquemecatl? ¿Abrumado porque el Uber se convierte en un bien de lujo? 

Te cuento que, para mi sorpresa, la vida de soltero se ha convertido en una experiencia muy grata. No me refiero, exclusivamente, a la marcha de hombres obesos que tocan mi interphone y del que tanto se queja el vigilante de mi condominio. 

Aunque con un poco de cinismo reconozco que mi lista de contactos plus-size que han desfilado por el runway de la entrada mi edificio es más numerosa que la planilla de modelos curvy de Victoria's Secret en la última Semana de Moda de NYC. Sin embargo, no quiero sólo hablar de mi putería. 

Tener mi propio apartamento de soltero ha sido algo inusualmente positivo para mi persona. He tenido la oportunidad de conocerme, dejar mi esfera de auto-sabotaje y aprender a socializar con personas que, al igual que yo, buscan darle dirección a sus vidas. 

Después de varias semanas en la equina de Eje 8 y Moras he descubierto que los corazones rotos, los sueños en remodelación y las dudas sobre la vida adulta no me pertenecen en exclusiva. Con humor, te puedo decir por todo mi edificio encuentro adultos en sus últimos veintes e iniciado el tercer piso que lo mismo están luchando por destacar en sus trabajos, que vienen saliendo de relaciones fracasadas y que están re-aprendiendo a cómo tener su casa (y su vida) con cierto orden.

En los últimos días, mis vecinos pasaron de ser extraños a los que cortésmente les daba los "buenos días"  cuando nos encontrábamos por los pasillos y las escaleras a saludarnos con alegría, a contarnos el flujo de nuestros días y a organizar mesas de café y tequila de manera improvisada en punto de la media noche. Pasamos de ser extraños cohabitando espacios colectivos a ser jóvenes amistades entre iguales. 

Justo ayer, pasadas las 11:00 pm, cuando regresaba de caminar, en el apartamento 903 se organizaba la cena del próximo viernes que se llevara acabo en mi departamento. Después de atender a la invitación de mi compañero de piso de unirme al comité organizador, me di cuenta que sobre la mesa ya había ganas de llevar esta reunión de planeación a una fiesta en si misma.

Veinte minutos después, Tinker Bell, Peter Pan, Dopey, Gurumpy, Mowgli y Baloo (yo) estábamos en mi apartamento abriendo una botella de tequila mientras la cafetera terminaba de calentar una última taza. Los chistes, las anécdotas hilarantes y las reflexiones sobre la relación Shakira-Piqué iban de ida y vuelta. 

No faltaron las rutinas cómicas que transformaron nuestra mesa en una secuencia de Friends o de How I met you mother. Me sentí cómodo interpretando este nuevo papel del "adulto más centrado" que servía otra ronda de margaritas a sus invitados mientras bailaba al ritmo de 200 copas de Becky G. Las risas siguieron explotando sin esfuerzo que pareciera que nuestra amistad tuviera muchos años y no algunas semanas desde que todos nos instalamos en nuestros pisos. 

Finalmente, en punto de las dos de la mañana, conscientes de que al día siguiente todos teníamos que ir a trabajar, aceptamos que este capitulo de "Adultos" terminó; le hicimos caso a nuestro director "El sentido común" y después de asumir que hubo un "corte y queda" cada uno se despidió. Siguiendo la costumbre agradecimos el buen rato, nos deseamos una buena noche y cada quien regreso a su apartamento para irse a dormir. 

Mientras las luces en nuestros apartamentos se iban extinguiendo me di cuenta que estaba entre pares; personas que al igual que yo gestionan su independencia; sujetos que exploran el mundo buscando el amor, la alegría y la certidumbre. Me alivia saber que mi vaso medio vacío no es el único en la mesa y que hay más gente con ganas de salir adelante como lo intento día con día. 

Camarada, es tiempo de cerrar la edición de este episodio de una versión muy extraña de TBBT en la Del Valle y regresar al chisme político que me da de comer. El día laboral va a continuar mientras en el fondo Spotify reproduce "Tú eres la persona que me ayudará. Es nuestro destino el que nos apoyará a que tú y yo: amigos por siempre, encontremos un gran final." 

Alejandro.

viernes, 10 de junio de 2022

Fue un error conocerte

 Mi amado:

Mi dolor me ciega, me ensordece y me ataranta. Por ello no puedo desear que estés bien. Sin embargo, espero que sigas tu vida como la soñabas. 

He tenido un pésimo día. No dejo añorar tenerte entre mis brazos, no dejo de fantasear con mirarte a los ojos y no dejo de esperar el olfatear tu aroma. 

Me siento un perdedor porque daría lo que fuera por tener un momento tu amor; me siento un hombre mediocre por creer que puedo seguir amando; me siento un fracasado por desear que mi presente sea a tu lado. 

Voy a sucumbir por un segundo y voy a gritar por toda la Avenida de los Insurgentes que te amo, que eres mi amigo, mi cómplice, mi amante. Voy a retroceder 80 días a las rotaciones de tierra y voy a imaginar que nos vemos con amor, empatía y alegría. Voy a tirar semanas de trabajo emocional para confesar que eres lo mejor que me pasó en la vida.

Dejaré la factura para mañana, pero hoy me permito sentirme tan enamorado como cuando me flechaste al conocerte. Llevaré una sonrisa de oreja a oreja porque traigo puesta la playera que me regalaste. Me deleitaré por un segundo con las semblanzas de aquellos domingos en los que dormíamos todo el día y nos abrazamos aunque el calor nos invadiera.  

Acepto la verdad, pero este día lo haré a mi manera. Sé que un error conocerte, pero es un error que volvería a cometer por todo el amor que día fue cierto, por todas las risas que tuvimos y por las centenas de comidas que compartimos. 

Hasta que den las doce campanadas en mi reloj, seguiré sin rumbo, en la incertidumbre y con millones de esperanzas. Sin arrepentimientos ni muletas emocionales dejaré correr este río de lagrimas profiriéndote amor, lealtad y amistad. 

Cuando acabe esta semana inglesa volveré a empezar, regresaré a la cordura y me pararé en la practicidad. No me importa que los saltos de rana me lleven a un punto del lado de los números negativos. Ya en casa, cuando inicie otro día, comenzaré desde el día uno.

Esta noche, cuando me acurruque en mi cama, con los ojos cerrados, te imaginaré a mi lado, y como aquellas noches difíciles te recitaré al oído "Si tú también lo sientes, si a ti también te apetece. No lo pienses, vámonos, ya somos dos. ¿Por qué no me das la mano y nos cogemos este barco celebrando con un beso que hoy es hoy?"

Alejandro

domingo, 5 de junio de 2022

El regreso del jabalí a la cacería

Mi cómplice:

¿Qué dice la comida dominical en familia? ¿Aún no te fastidia tener que fingir estar bien cuando todo sigue roto? Así como yo, ¿lograste evadir esa incomoda reunión gracias a tu jornada extraordinaria por las elecciones estatales del domingo 5 de junio?

Las nuevas no sólo se limitan a reportar mi séptimo día en la trinchera de la política. También, te puedo contar que el sábado, un sábado cualquier, se convirtió en el regreso del jabalí a la cacería. 

El pasado sábado regrese a las pistas de baile. No fue un acto de voluntad. Mi más reciente entrada triunfal en el Salón de los Osos fue producto de la presión social de mis amigos y de la terapia de exposición que recomiendan los expertos a las fobias. 

Ya no podía seguir teniendo miedo de deambular de noche por las calles de esta ciudad. Era momento de regresar a ser la bestia sensual, brava y decidida que asecha a pequeños gorditos que se esconden tras una botella de cerveza clara o un cóctel de promoción. 

Me mentalicé mientras el agua de la regadera recorría mi voluminoso cuerpo. Llegué a la conclusión de que después de 70 de días debería volver a cazar entre la niebla de antro, los afiches de hombres pelo en pecho y la estridencia de las canciones de la Trevi. Ya era indispensable que consiguiera mi propio alimento sexual sin la ayuda de una aplicación o de forma artera en un cuarto oscuro. 

No sabía si regresaría con una presa prendida de mi hocico, que suplicara terminar con la arrastrada que inició en el bar y que olvidaría en la mañana cuando la luz de amanecer me mostrara mi mala elección de amante. Pero tenía que salir una vez más a la jungla de concreto sin estarme lamiendo las heridas.  

En punto de las 11:00 de la noche mis amigos y yo llegamos al Salón de los Osos. En la entrada nos cateo un vigilante de mal gesto, nos pusieron una pulsera que indicaba el acceso y encargamos nuestras prendas excedentes en el guardarropa. 

Di un suspiro profundo y cruce el umbral con toda la actitud de un rollizo monstruo que sabe sensual. Mientras recorría el lugar, me contonee en un escueto suspensorio negro, un jersey color azul pastel que no me llegaba al obligo y una sonrisa coqueta de oreja a oreja. 

Con seguridad saludé a un par de gordos que reconocí de mis otras visitas, también presenté mis respetos al dueño del bar y me acerqué al cantinero para pedirle un tarro de litro de cerveza oscura. 

La noche corrió mientras recitaba en un inglés trozado las canciones de Madona, Beyoncé y Lizo. En un par de ocasiones en mis travesías al baño saludaba a los gordos que consideraba atractivos. Fui insistente en mis halagos a estas botijones porque tenía el firme propósito de conseguir un nuevo amor de una noche. 

Reí, grité y baile como si no hubiera deseado morir la primavera pasada. La vida siguió al ritmo de cada beat y yo, sin darme cuenta, seguía con ella. 

Finalmente, abandoné la colonia nocturna de osos sin una presa y con antojo de un menudo bien picoso. Pero no me importó, porque mi alma estaba en paz. Otra vez estaba al cien con mi sensualidad erecta, con mi seguridad en escena y con una voz muy enronquecida por cantar a todo pulmón "Believe" de la casi inmortal Cher. 

El coloso ha regresado para quedarse. 

Mi bien, es tiempo de volver al monitoreo de las encuestas de salida mientras tatareo y muevo mis caderas al compás de "Life's a party, make it hot. Dance don't ever stop, whatever rhythm. Every minute, every day take them all the way you gotta live 'em (...) Let's get loud, let's get loud. Turn the music up to hear that sound." 

 Alejandro

viernes, 3 de junio de 2022

Mi primera vez

Mi cómplice:

¿Qué dice el extraño viento que recorre la ciudad por las noches? ¿Te ha susurrado su nombre al oído mientras paseas por estas calles solitarias? ¿Has empezado a tener frío y necesitar su abrazo? Dime que eres más fuerte que yo.

Hace unos días fui por primera vez a comprar mi despensa. Como se acostumbraba en los tiempos del amor para obesos, tuve que pasar por el Sam's y por el Costco. No pude ir sólo. En mi primera parada, tuve la compañía de Miguel, y en la segunda tuve que llevar con correa a mi compañero de piso. 

Al día siguiente, mientras ordenaba mi día me di cuenta que no sería mala idea regresar a mi mochila mi pequeño neceser de rayas. Esa es una bolsita de secretos que yo llevaba cuando conocí a Giordano. En ella transportaba condones, lubricante y una loción de viaje por si la noche acaba con una visita a un hotel de paso en compañía de un gordo desconocido. Esta fue la primera vez que tuve que volver a cargar mi neceser para salir de mi casa. 

Anteayer, después de una jornada de locura en la oficina regrese a casa. Con problemas me arrastré por las escaleras, me vestí con una improvisada pijama y cené cualquier paquete de galletas que había en mi recién abastecida alacena. No pasaron más de veinte minutos cuando el sueño me venció. 

Mi cabeza tuvo una travesía de la que difusamente tengo recuerdos. Sin embargo, tengo claro que en mi mente viaje por mi oficina, una playa desconocida y una calle embestida por una fuerte lluvia. Mi alarma sonó como siempre a las 6:41 am y entonces abrí los ojos. Cuando active todo mi sistema operativo, me di cuenta que por primera vez en 10 semanas mi cerebro se dio el permiso de soñar (y que tampoco desperté llorando). 

Ayer, la cena del departamento 1010 se llevó a cabo en esa famosa taquería bajo el puente que divide la colonia Xoco y el Centro de Coyoacán. Aquí ocurrió otra primera vez: comer tacos sin él. Hice mi orden, recibí mi plato y consumí su contenido sin pelear que los limones estaban sexos, que la salsa no picaba o que el suadero era que el pastor. Esta cena fue a mi antojo, para mí y sólo para mí. 

Finalmente, hoy, mientras mis colegas y yo reaccionamos a las declaraciones del Presidente, reí con naturalidad por un chistorete de un colaborador. Fue la primera vez que reí sin fingir estar de buenas, sin sentirme incomodo por tener que socializar y sin tener que vencer una pesadumbre porque Giordano me dejo. 

No sé como definir lo que siento. Tiemblo al pesar cuantas primeras veces he tenido en estos días. Y me siento aterrado por todas las posibles primeras veces que voy a vivir de aquí en adelante. Si tuviera que hacer un ejercicio de definición sobre estas vivencias diría que me siento solo, abandonado, ligero y libre. Ésta es una combinación de emociones que se dilucida caótica en sí misma. 

Me siento triste porque habrá por primera vez un pastel de cumpleaños que no compartiré con mi gordo de ojos avellana;  me siento mediocre porque tendré que firmar por primera vez mis tradicionales tarjetas de navidad como soltero; me siento confundido porque le diré por primera vez "Te quiero" a un hombre que no sea Giordano; me siento curioso porque empezaré por primera vez a experimentar una vida de soltero con un cómodo apartamento y buen trabajo; me siento calmado porque dejaré por primera vez de llorar por un hombre que me abandonó después de media década de relación. 

Mi bien, tengo que terminar esta carta en silencio porque no conozco ninguna canción que describa lo que vivo. Tal vez debo componer una melodía que siga el lento compás de mi sanación y que exprese los altibajos que tengo casi cualquier minuto del día. 

Te dejo mientras traduzco mis emociones a acordes que sigan un ritmo no tan taciturno como el humor que aún me caracteriza, 

Alejandro.