sábado, 25 de junio de 2022

Hay sábanas que ya rasgadas no tienen arreglo

Mi cómplice:

No hay saludo de inicio. No me siento de buenas para fingir estabilidad emocional ni cortesía.

Yo después de muchos días intentando vivir estrellado ya me quebré. No dejo de llorar, no dejo de sentirme aislado y no dejo de tomar malas decisiones. 

Pensé que si iba a un buen paso no me iba alcanzar la soledad, la tristeza y la desesperación de su pérdida. Pero la verdad es que estoy cada día más abandonado, cada hora más cansado y cada minuto más ansioso. 

La navigay llegó para recordarme que sigo en la ruta del ostracismo. No soy el tipo bonachón con el que su amor quiere estar, no soy el tipo seductor que todos quieren cortejar y no soy la persona que puede seguir después de un trauma por desamor. 

De nada me ha servido mi terapia ocupacional, de nada me ha servido vivir pegado a mi agenda y de nada me ha servido dejar de decir su nombre. Todo el tiempo estoy distraído; todo el tiempo mis planes colapsan y todo el tiempo escribo su nombre en el viento, en mi teléfono y en mi cabeza. 

Soy como esa sabana que sigo reparando después de que se le hace una rasgadura nueva. 

Más tardo en arreglar con costuras invisibles mi alma que lo que tardo en volver a sentirme débil y sin aliento. Estoy empezando a pensar que hay sábanas que ya rasgadas no tienen arreglo y qué más vale usar de trapo. 

Creo que es momento de dejar de creer en el amor, en la vida en pareja y en las relaciones funcionales porque parece que ninguna existe, que ninguna es compatible conmigo y que ninguna combina con mi carácter. 

Te dejo porque el mesero me presiona para dejar la mesa si ya acabe de comer. Sin música de fondo me voy a pagar mis enchiladas suizas y a fingir que hay dirección a pesar de ser otro día sin ti. 

Alejandro, 

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