viernes, 2 de diciembre de 2022

Sé dar las gracias

 Cómplice: 

El invierno está a la vuelta de la esquina. ¿Cómo te han ido con estos nuevos fríos? ¿Qué se siente recorrer esta ciudad con el viento helado arañando tus mejillas, iluminado por escasas lamparas de camellón y sabiendo que cuando regresas a casa sí regresas a un lugar seguro que tanto añoraste? 

La llegada del invierno es la confirmación de que el año se acaba. Con voz firme es tiempo de hacer un corte de caja y disponernos a ejercer las lecciones aprendidas (las hayamos aprendido por las buenas o por las malas). 

Sé que por muchos, muchos, pero muchos meses me queje de mis desdichas. Acepto que tuve que perder el foco para aprender a dilucidar las emociones, las vivencias y las personas que me hicieron una persona más fuerte, más alegre y más resiliente. 

El día de navidad no me voy a quejar porque mi cena tiene tres invitados y no esa gran familia a la que pertenecí por consorte. El año viejo no lo voy a dejar brindando y bramando por mi impuesta soledad. El año nuevo no lo voy a empezar con rencor por los pedazos que aún me faltan por reacomodar en mi obeso corazón. 

Antes de que acabe el año y para el siguiente que entrará en 30 días, voy a darle espacio a que males como la esperanza, la buena voluntad y la suerte convivan conmigo. Hoy, mañana y el día siguiente, voy a vivir con lo que hay y con algo de optimismo. 

Primero, me dispongo a aceptar, "SIN MÁS PEROS", mi realidad tal cual es y no voy a apacharme más de lo recomendable. Las lágrimas y las risas que tuve en estos 12 meses no las cambio aunque en algún momento renegué del precio que pague por ellas   

Segundo, me dispongo a mostrar gratitud (a Dios) por la vida que hoy tengo. Sé que no lo creerás, pero sé dar las gracias. 

Sé dar las gracias por aprender a vivir la soltería; sé dar las gracias por tener una madre amorosa y un hijo risueño por los cuales velar; sé dar las gracias por un trabajo remunerado que me permite darme mis lujos; sé dar las gracias por mi colección de amistades, quienes cuando lo necesite y cuando lo necesitaron nos pudimos arropar con solidaridad; sé dar las gracias porque este año mi cuerpo, mi alma y mi intelecto fueron mi prioridad, y sé dar las gracias porque tengo la oportunidad de enmendar mis acciones cuando impactan en el prójimo.   

Lo que viví en el 2022 se vivió, crecí un poco (aunque sea a los lados) y no me voy a seguir haciendo la víctima.  La siguiente marcha al sol, la voy a enfrentar con miedo, pero con muchas ganas de volver a salir adelante. 

Finalmente, voy a darle un poco de espacio a la incertidumbre y voy a dejar que la vida se siga abriendo paso como las olas lo hace cuando golpean una y otra vez la costa. Seguiré pese a mis ganas de no hacerlo y aceptaré el resultado aunque la partida la haya perdido. 

Es momento de dejar la computadora para ir a comprar un poco de despensa para llegar a la siguiente quincena. Me siento igual de afortunado que Sam Smith, quien bien dijo que "I'm not a saint, I'm more of a sinner. I don't wanna lose, but I fear for the winners. When I tried to explain, the words ran away. That's why I am stood here today and I'm gonna pray (Lord)... pray (Lord), maybe I'll pray."

Alejandro

P. D. Si olvido mi cortesía, te deseo una bella navidad y muchos buenos momentos el próximo año que inicia. ¡Muchas felicidades!

viernes, 18 de noviembre de 2022

Las mentiras que me digo (y que te digo)

Cómplice:

¿Qué piensas de este cálido y húmedo otoño?¿Dónde te agarró la lluvia de ayer en la noche? ¿Estabas en casa protegiéndote de tus emociones o te sentías valiente para estar afuera exponiéndote a que cualquier golpe reventará la cicatriz en el pecho que crees que va sanando? 

Hoy se cumplen 8 meses de ese día. Hoy me siento roto como ese día, pero no hago escalados por ese dolor. Hoy me levanté, fui a clase, luego llegué a trabajar y, finalmente, por la noche, saldré a cazar una nueva presa en las fiestas "underground" a las que asisto como el último jabalí de la Del Valle. 

Si te cruzas conmigo en el metro, por los pasillos de mi oficina o por las escaleras de mi condominio, me verás con una sonrisa. Si te topas conmigo verás a un adulto funcional que cumple con sus tareas. Si llegas a estar cara a cara conmigo verás que por alguna razón me estoy esforzando por continuar. 

Sin embargo, no es real esa sonrisa, ni el compromiso con mi trabajo ni mis esfuerzos por salir adelante. Son productos artificiales construidos bajo la falsa promesa de que si me repito un millón de veces que estoy bien, entonces en algún momento mi corazón, mi orgullo y mi libido no estará heridos. 

Más a menudo de los que me atrevo a aceptar, oculto mis heridas infectadas a todas y todos los amorosos seres que me quieren. Con mucha frecuencia, mis palabras deseándote un buen día o alegrándome por verte no son verdad. Hay pocas veces que las buenas vibras que emanan de mi boca son buenas, casi siempre son artificios emocionales para el mundo y para mí. 

No quiero decir que soy una mala persona, aunque si me convertí en un gran hipócrita con todos a mi alrededor. Tengo que reconocer que a cambio de no sentirme solo y derrotado, intento estafar a todos, incluso a mí con un afecto que no siento. Las mentiras que me digo (y que te digo) son producto de un deseo desesperado de dejar de ser el triste gordo con el corazón roto.

He caído en esta farsa para no darle lástima al mundo y no darme lástima a mí. Tengo la percepción de que mi amada colección de amistades ya no puede con la carga del Alejandro, el abandonado. Me he dado cuenta que en mi chamba no ven con buenos ojos mi seriedad y mi distancia a tantos meses de mi accidente. Detecto que mi mamá y mi hijo ya no pueden con un patriarca con el bastón roto por la mitad y que no es capaz de cuidar a su familia. 

Me tengo que mentir porque la licencia de dolor se acabo hace algún tiempo. Me dedico a ocultar mis viejos y nuevos errores porque el peso  de mis responsabilidades sobre mis hombros no se reduce. Finalmente, me hago el fuerte porque el dolor no me va a dar de comer, no pagará las cuentas y no lo traerá de nuevo. 

El dolor, así como lo siento, no me dejará nada a favor. Es más, me quitará más de lo que realmente se fue de mi vida. 

Después de esta sesión de confesionario, me voy a pedir perdón una vez más sin esperar una bandera blanca de la vida. Eso no existe. 

Con calma seguiré con mi revisión del informe mensual del INEGI sobre inflación y escucharé a través de mis audífonos a Dido, quien con templanza dice que "I'll let it pass and hold my tongue. And you will think that I've moved on. I will go down with this ship. And I won't put my hands up and surrender. There will be no white flag above my door. I'm in love and always will be." 

Alejandro

domingo, 6 de noviembre de 2022

Un gordo más y no aquel atlas

 Mi cómplice:

¿Qué dice el último cuarto del año? ¿Listo para cerrar con fuerza o dejarás que la vida sigue usando tu cabeza como pelota de basketball?

Te soy sincero todo está bien. Sin embargo, con recelo puedo afirmar que algo está mal. Es mi mente sobre-reaccionado a la brisa, a una lata que es pateada o a una mosca volando a mi alrededor. 

Conozco esta sensación. Reconozco los síntomas: respiración acelerada, recuerdos atacando mi corazón y mis manos temblando sin ritmo ni control.  

Mi bien estoy viviendo una crisis más. Hablamos de ansiedad en su forma más bruta, sin diluir y en cantidades desmedidas. 

Justo ahora, no puedo pensar en lo bueno, no puedo vivir sin miedo; no puedo sentirme en paz.

Me es casi imposible concentrarme en las cosas que si funcionan en mi vida: mi hijo siendo feliz porque su familia lo cuida; mi trabajo donde soy bien valorado y respetado; mi departamento que ya se ha convertido en mi hogar y que es un lugar seguro. 

Si me preguntas que causo esta crisis te diré que cualquier cosa y que nada la justifica. Pudo haber sido la taza extra de café, haber dormido menos de 6 horas, la fecha de pago de la tarjeta, mis variados pasatiempos o lo lento que va el Metro. 

A mi mente no le importa que mi cuerpo y mi alma, con esfuerzo y paciencia, se ha nutrido y ha sanado; a mi mente sólo le angustia que todo puede derrumbarse en cualquier momento; a mi mente sólo le angustia la posibilidad, completamente impredecible, de otra vez, estar solo, herido y desprotegido.

Esta ola de emociones parece incontenible. No obstante, tengo la convicción de que puedo resistir mi auto ataque. 

Voy a seguir mi camino. Sí, como otro martes, iré a entrenar. Voy a darle una pausa de 120 minutos a ese mundo que me oprime por mi propia elección. Voy a ser un gordo más y no aquel atlas que en los hombros lleva la carga autoimpuesta de muchos prójimos.

Se que esta crisis, cómo las miles que he vivido en el pasado, será pasajera. Sin embargo, siento la incertidumbre susurrándome al oído: ¡alerta todo está mal!

Me compré la idea de que hoy soy mas fuerte que esta enfermedad; que los malos días son solo eso días; que mañana saldrá el sol y volveremos a empezar.

Respiraré hondo y volveré a comenzar... 

Como dice los Dragones imaginarios, me quedo en mi camino porque no tengo tiempo para las personas tóxicas, aunque esa persona tóxica sea yo mismo. 

Alejandro

jueves, 6 de octubre de 2022

El juego siguió y hoy respiro con tranquilidad

 Mi querido cómplice:

¿Qué dicen los primeros vientos de este frío otoño? ¿Qué se siente cuando la brisa acaricia cada cana del mechón en tu frente? ¿Qué tal la calma que ahora domina después de la tormenta? 

Sin darme cuenta durante los últimos días la vida volvió a cambiar. Viví sin congojas, soñé sin miedo y reí sin esfuerzo. 

Eso que decían se cumplió: la vida siguió. El río de flujo constante de vivencias se hizo camino y yo me siento yo otra vez. 

Puedo hacer planes, puedo dormir sin recelo y me a pacho sin culpas. El risco aunque erosionado siguió de pie frente al mar y sin pausa recibe cada ola, cada atardecer y cada luna ménguate. 

Esa mentada calma que todos apostaron que iba nutrirme por fin salió del mazo de cartas. Hoy sigo por esta ciudad con otra sonrisa, con muchas ganas y con otra melodía en mis tarareos. 

El juego siguió, no me gusto el resultado; el juego siguió, me seguí lastimando; el juego siguió y hoy respiro con tranquilidad. No hay queja ni reproche. 

Es momento de arrancar el nuevo año electoral mientras vivo este bello presente para ganar en el norte. Es momento de salir a ganarse el taco de hoy y es momento de seguir surfeando por la ciudad lago de Tenochtitlán. 

Me sumo al coro del conductor del trolebús que, desde el alba y con buen ánimo, canta a todo pulmón como el divo de Juárez: "Hoy como otros días yo seguiré tratando ser mejor. Y sonriendo haré las cosas con amor [...] Buenos días, alegría (Buenos días, Señor Sol). Buenos días al amor (Bueno días ah ah)."

Alejandro

miércoles, 21 de septiembre de 2022

El regreso

 Cómplice:

¿Cómo estás? ¿Qué dicen los sismos de septiembre? ¿Recuerdas donde estabas hace media década cuando a eso de la 1 y media el país se movió, luego se paralizó y finalmente todo cambió? Con entereza te puedo decir que sí y que no sabía cuánto se iba a mover el piso bajo mis pies. 

Cómo es mi costumbre te escribo de prisa mientras estoy en una sala de espera del tercermundista Aeropuerto Internacional de Tijuana. Te preguntaras qué hago acá. La respuesta es corta. 

Vine al otro lado de la frontera a la boda de mi hermano. Pero para mi sorpresa este viaje a California me ayudo a curarme esta herida que insisto en mantener abierta. 

Por meses me aferré a creer que el amor era una emoción que se veía en momentos extremos, cuando uno estaba quebrado o se pedía un voto de confianza. Sin embargo, en unos días mi idea del amor cambió.  Hoy tengo certeza de que el amor propio y al prójimo (y su gemela la lealtad), también, se practica a diario y en pequeños gestos: en él buenos días al despertar, en la sonrisa al regresar de trabajar y en abrazo antes de dormir. 

Me termine de perder en las calles de San Diego para saber que ya me había encontrado en mi vida otra vez y que la esperanza por amor seguía en mí. Frente al mar me jure cuidarme y protegerme y de igual forma me hice la promesa darme todo ese amor que espero darle a la vida.

El regreso a México me emociona porque tengo nuevos planes, nuevas metas y muchas ganas de aprender a construirlas con esfuerzo, paciencia y humildad. El regreso no me pesa ni me acongoja como en otros tiempos.

Espero tener mucho tiempo para poner en práctica todas esas lecciones y que tenga una oportunidad de conocer el amor desde esta nueva óptica. Quiero que este viaje marque la dirección a la que si me conviene ir. 

Mi camarada te tengo que dejar porque el avión ya casi despega y quiero que tengas tiempo de leer estas líneas antes del amanecer en nuestra nueva vida. 

Qué suene desde la cabina el sabor de boricua porque a casa regreso contento y listo para lo que venga: “A veces llega la lluvia para limpiar las herida; a veces solo una gota puede vencer la sequía. Y para qué llorar, pa' qué. Si duele una pena, se olvida. Y para qué sufrir, pa' qué. Si así es la vida, hay que vivirla.”

Alejandro

martes, 23 de agosto de 2022

Un aniversario más... de mi liosa gatita

 Cómplice: 

¿Qué dice el balance del verano que hoy termina? ¿Hubo bikinis y tangas al por mayor? ¿Listo para el inicio del airoso otoño? ¿Preparado para los cambios que vienen con las hojas secas? 

No lo sabes o no lo recuerdas, pero hoy se cumplirían 5 años de mi historia de amor con él. Este día debió ser de fiesta y costillas. Esta fecha era para crear recuerdos. Esta efeméride era para reír y gemir de placer a su lado. 

Pero eso ya no fue ni será. No hay más que decir. 

Pensé que sería un día pesado por el recuerdo de esa última cena de aniversario, de esa última noche a su lado o de ese último beso que nos dimos. Sin embargo, los segundos, los minutos, y las horas han fluido sin pausas ni contratiempos. 

A pesar de no estar sufriendo, siento que debo darle sentido a este día. No quiero que sea el día de un aniversario muerto, quiero que sea un día de dicha. 

A partir de hoy, voy a celebrar el cumpleaños de la criatura que se convirtió en mi compañera cuando la noche fue más oscura, que me dio consuelo cuando la soledad me invadió por su abandono, y que ha hecho ameno cada día con sus travesuras felinas. 

Bautizo el 23 de agosto como el día de mi amada Menten, la princesa gatuna más altiva de la Del Valle.  

Mi bien te cuento que hace 2 años, a medio otoño, en el patío de esa casa en la que habité, una pequeña gatita lloraba por hambre y dolor. Una gatilla, aproximadamente de un mes, llegó a la puerta y, pese a mi resistencia, se convirtió en parte de mi vida.  

Al igual que yo, Menten fue abandonada por esa persona que nos juro cuidar. Le agarré más cariño a esta bestia miniatura porque nos hicimos compañeros mientras asimilábamos el gran cambio que estabamos viviendo. 

Finalmente, cuando la mudanza al nuevo departamento se concretó, Menten viajo conmigo. Como yo, con miedo, descubrió nuestro nuevo hogar; como yo, se adaptó pese a las resistencias, y, como yo, se enamoró la de la vista de los cerros del sur de la CDMX. 

[Sonara muy a la Monsiváis, pero debo reconocer que ella goza más el departamento que yo. Más de una vez he encontrado a Menten durmiendo en el alfeizar de la ventana mientras la briza le acaricia los bigotes. Esta acto de pereza la convierte en la única ama de este rincón cerca del cielo].

Recapitulando, yo no voy a llorar cuando a las 20:33 horas se cumplan 5 años del día que me cambio la vida (o al menos eso espero). Hoy, a esa hora estaré entrenando para hacer de mis energías algo más productivo que sufrir y cuando regrese a casa celebraré con mi peluda compañera 2 años de compartir esta vida tan animalesca. 

Compinche, te dejo porque me tengo que preparar para salir. Antes de ello, voy a colocar agua y alimento a mi monstruo atrigrado, después le pediré que se porté bien y, con voz chiqueada, le cantaré  a Menten nuestra canción favorita: Soft kitty, warm kitty. Little ball of fur. Happy kitty, sleepy kitty. Purr purr purr.

Alejandro

viernes, 12 de agosto de 2022

Ciego, sordo y, por voluntad, mudo

 Cómplice: 

¿Despertaste con el suave cantar de la alerta sísmica de la CDMX? ¿Ya empezaste a reconsiderar eso de vivir por encima del quinto piso? ¿Fuiste tan afortunado como yo que no sintió el sismo michoacano porque el insomnio no te invadió por primera vez en meses? ¿Qué se siente que la tierra se siga moviendo mientras tú te sientes petrificado?

Como sabes llevo unos meses asistiendo a sesiones con Delfos, un prominente psicólogo y sexólogo sudamericano, que como su tocayo, me ha mostrado mi pasado, mi presente y mis posibles futuros ahora que soy este hombre soltero. Semana tras semana, mi oráculo en renta me ha enfrentado a mi realidad; me ha orientado en este paraje sin norte, y me ha detenido cuando le hago ojitos a las salidas tangentes para escapar de este sufrimiento. 

La terapia ha sido un proceso duro porque me cuesta seguir al pie de la letra las recomendaciones, advertencias y argumentos que forjo con Delfos. Tampoco me convencen los bien intencionados discursos de los demás que, como un coro afinado, me repiten la misma letanía de valoración externa que inunda la terapia. De hecho, me sorprende que el médico, el cocinero y el contador, todos amigos entrañables y sin conocerse entre sí, me repitan una a una cada palabra que usa el loquero. 

En mi última sesión, Delfos y yo hicimos un ejercicio de rendición de cuentas a mi corazón. Armamos un informe de resultados a 4 meses de terapia con el estilo más tecnócrata que pudimos encontrar. El legemante me informó, contundentemente, que he encontrado un rumbo; que he logrado cuidar de mí a pesar de haberme abandonado, y que he vivido aunque pensé que no habría vida sin él. 

Me parece muy extraño lo que dijo e incluso me reí por incredulidad. Si soy sincero, me entiendo ciego, sordo y, por voluntad, mudo ante todas esas "prominentes hazañas" que me dicen que he alcanzado. Mi dolor, mi frustración y mi soledad no me permiten aceptar que el risco sigue en pie después de una tormentilla más, que este herido jabalí está listo para cazar de nuevo y que este hombre de cristal es más fuerte que un desamor sodomita. 

Sé que si el río suena, es porque agua lleva. Sin peros, voy a dar crédito a esta narrativa que me rodea. En el fondo lo sé: (me) tengo fe. Si no la tuviera, entonces hubiera abandonado la terapia; lloraría más de lo que lo hago, y no sería el gordo homosexual que habita en el apartamento con la mejor vista del sur de la Chilangolandia.

Dejaré que el río siga su curso. Es posible que en el siguiente puerto las risas estén al orden del día y los abrazos no tengan peajes ni cobros ocultos.  

Sigamos con el día laboral y confiemos en las palabras de Conchita Wurst, la reina barbuda de Austria, cuando dice que "you will have another grand romance. Like it's do or die. Never giving in. Always let your heart win [...] Sometimes it's just gonna hurt (yeah), but you gonna live and learn (yeah). You're stronger than you believe you are... you are unstoppable!"

Alejandro

jueves, 4 de agosto de 2022

Voy a seguir...

 Cómplice:

¿Qué dice la vida con una inflación tan agresiva como los perros de la azotea de enfrente? ¿Ya empezaste a comprar vino de caja para ahogar las penas o todavía te alcanza para el vodka azul? La vida adulta cuesto más de lo que uno podría pensar (monetaria y emocionalmente). 

Después de 3 meses en la equina de Eje 8 y Moras me he dado cuenta que la vida, a veces, si puede seguir después de una gran pérdida; que las risas también se practican para cuando uno necesita descoserse por algo gracioso, y que la pista vuelve abrir para una noche más de baile sensual. 

Los días oscuros, apesadumbrados y sin mucha dirección han sido más de los que puedo recordar. Puedo afirmar que dominan mi humor. Sin embargo, los días buenos, como el de hoy, en el que la alarma funciona, el internet corre y mis emociones son mis motor (y no mi obstáculo) son un sano alimento para mi alma en convalecencia. 

Tengo claro que las cosas seguirán siendo difíciles y que me enfrentaré a mil y un retos ahora que soy el jabalí solitario de la Del Valle. Pero, confío en que una buena taza de té, un interesante libro y dos capsulas diarias de fluoxetina generen suficiente energía cinética que mantengan gozando esta hermosa vida que me estoy esforzando en construir. 

Camarada, me voy a seguir... caminando, cantando y cosiendo. Espero que el dolor no me alcance y que el viento del otoño me lleve a un lugar que valga la pena descubrir. 

Así que "if I can't understand it, I'll find another way. I could live with it; I could live with it. Moving, keep moving."

Alx

miércoles, 20 de julio de 2022

Re-contagio del virus

 Cómplice: 

¿Cómo va tu día? ¿Qué tal la quinta ola del COVID? ¿Eres de esos pocos casos que sólo tiene gripe y tos por la lluvia? ¿Las pruebas de COVID y VIH siguen en negativo? Espero que sí.

Te tengo que confesar que hace unos días contesté el teléfono, le contesté a él. No debí hacerlo y aún más no debí salir de mi cama para irlo a cuidar. 

Tampoco debí haber pasado unos días con él en su casa viendo las ruinas de nuestra relación, el desorden de sus cosas y de su mente, y el poco autoestima que se tiene al no poder levantarse a cuidar de él y de sus pertenencias. 

Después de haber pasado ese tiempo con él, de haberlo procurado y de haberlo consentido por petición expresa, pero también por deseo mío, tengo que volverme a pedir perdón. Me tengo que pedir perdón porque no entiendo que él dio un paso en otra dirección (y que a mi juicio fue para retroceder) y porque no entiendo que tengo que aprender a seguir sin él, a seguir solo y a seguir mi propio camino. 

Voy a citar a su propia familia y voy a aceptar que él es un virus que lastima, hiere y sólo ve por sí mismo. No tengo otra tarea que volver a comenzar, que agradecer que la estocada no fue tan profunda y que reconocer que soy masoquista hecho y derecho. 

Volví a convivir con ese virus, aunque ahora ya tengo algunos glóbulos blancos que le ponen freno a sus estragos en mi cuerpo y en mi mente. Ya no caeré en cama sufriendo por el contagio de sus malas decisiones, caprichos y berrinches, le podré dar la vuelta al descarrilo que tanto le gusta y, al cabo de unos días, regresaré a mi incipiente vida en la torre de la esquina de Eje 8 y Moras. 

No voy a tener culpa de mi re-contagio del virus. Cualquiera se puede re-infectar si no se cuida lo suficiente, si no atiende instrucciones y si no anticipa. 

Ahora bien, me quiero prometer que no voy a ser irresponsable con mi cuerpo, mi alma y mi mente para los nuevos tiempos. Tengo que estar bien porque aún espero que pueda volver a sonreír, amar y soñar sin ataques de ansiedad, días de soledad y celos plantados.

Es momento de continuar construyendo una alternativa de país mientras acepto con ironía que "It's  getting late to give you up. I took a sip from my devil's cup. Slowly , it's taking over me." 

Alejandro

viernes, 1 de julio de 2022

Mi castillo lo compró alguien más

Cómplice: 

¿Qué dice la resaca posterior a la marcha del orgullo? ¿De qué te arrepientes? ¿De beber hasta casi tener una intoxicación hepática o de no haber besado a ese gordo norteño que te dio entrada en el Salón de los Osos? Tendremos otro año para que esta fiesta tenga un buen sabor de boca. No te apures ni te acongojes. 

Quiero contarte que mi trabajo se ha tornado interesante. Hay más cosas qué hacer y más temas en los que mi voz parece resonar. Sin embargo, hay puertas que no puedo cruzar porque no tengo la llave de la confianza. Ésta es una de las muchas desventajas del giro al que me dedicó. 

Una consecuencia positiva de las puertas cerradas es que cuando las reuniones inician tengo tengo tiempo libre para recorrer la ciudad. Un tiempo precioso que desperdicio caminando sin rumbo, llorando por él y extrañándolo sólo a él. 

La última caminata asociada a mi tiempo libre, accidentalmente, me llevó a Pitágoras 955, una casa en el corazón de la Del Valle. La casa que un día, cuando tenía el letrero verde de "EN VENTA", soñé que sería mi hogar y que hoy tiene nuevos habitantes. 

Desde la acera pude ver como los nuevos dueños habían decorado su hogar. Cortinas a juego, paredes sobrias que abrazaban cuadros y fotografías delicadamente colocadas lucían por la estancia y lo que parece que es la sala. También se alcancé a ver la escalera decorada con flores frescas y por la luz de sol que daba indicaciones hacia las habitaciones. 

Frente a esa casa no puede hacer otra cosa que quebrarme. Mis infantiles esperanzas de usar mi credito INFONAVIT para financiar mi promesa de darnos un hogar se las llevo las primeras gotas de lluvia que caían en esta tarde de finales de junio. 

Una vez más me enfrente ante el fracaso de mi relación y hasta parecía apropiado que la casa que hace un año era la meta de dos gordos enamorados hoy tuviera nuevos (e, incluso, mejores) dueños. Bajo el cubrebocas habían gemidos de dolor por el proyecto de vida que hoy está en ruinas. 

Intentando que las lágrimas no siguieran desbordándose como la lluvia que también recorría mi cara, cerré los ojos y entonces lo vi todo otra vez. Me vi hace un año parado frente a esta misma construcción y con mucha emoción me imaginaba el color de las paredes, los muebles de la cocina, el diseño de una escalera que fungiera como biblioteca y la recamara que sería nuestro lecho de amor. En esa ocasión especulé con todas las cosas que hubiera tenido que rehacer para compaginar una casa de mediados de siglo con un hogar moderno para gordos exitosos. 

El dolor se comenzó a alimentar de la fantasía que tuve hace más de un año frente a esta casa. El dolor, como mi propio dementor, se atragantaba del escenario en el cual yo bajaría la escalera para ir a la cocina a preparar un desayuno americano, para alistar un par de tazas de viaje y para pedirle a Alexa que pusiera las noticas en la pantalla de la cocina. 

El dolor, mi actual compañero, consumió sin masticar la hipotética situación donde mi gordo contento pero apurado preguntaría donde estaba su puntero laser y si aún había pastel del fin del brunch del domingo. El dolor, esa sombra escuálida, se nutrió de la neurosis ficticia que tendría por esperar junto al pequeño carro compacto a mi gordo y de la impaciencia que sentiría por ser como el conejo blanco que revisaba su reloj cada 17 segundos.  

Saciando al dolor, este montaje terminaría con un "¡Porcosito, corre que ya es tarde y no llego a mi junta con los gobernadores. Por favor apúrate!"

Pasaron unos minutos hasta que esta crisis terminó. Por fin pude abrir los ojos. 

No me di cuenta cuando las lágrimas sólo fueron gotas de lluvia. Entonces tuve que aceptarlo: mi castillo lo compró alguien más; mi sueño ya no existe; mi vida es otra.

Mi instinto de supervivencia se hizo presente. Entonces, le di la espalda a la casa y me cobije bajo las hojas de un árbol que estaba a unos pasos. Me puse mis audífonos y reproduje en mi teléfono a la argentina más amada por los homosexuales, Doña Amanda.

Inicié mi caminata a casa sabiendo que "...pague tan caro mi estupidez que no quiero atreverme a soñar. No quiero más castillos en el aire; ni reyes que lastiman sin piedad..."

Alejandro

sábado, 25 de junio de 2022

Hay sábanas que ya rasgadas no tienen arreglo

Mi cómplice:

No hay saludo de inicio. No me siento de buenas para fingir estabilidad emocional ni cortesía.

Yo después de muchos días intentando vivir estrellado ya me quebré. No dejo de llorar, no dejo de sentirme aislado y no dejo de tomar malas decisiones. 

Pensé que si iba a un buen paso no me iba alcanzar la soledad, la tristeza y la desesperación de su pérdida. Pero la verdad es que estoy cada día más abandonado, cada hora más cansado y cada minuto más ansioso. 

La navigay llegó para recordarme que sigo en la ruta del ostracismo. No soy el tipo bonachón con el que su amor quiere estar, no soy el tipo seductor que todos quieren cortejar y no soy la persona que puede seguir después de un trauma por desamor. 

De nada me ha servido mi terapia ocupacional, de nada me ha servido vivir pegado a mi agenda y de nada me ha servido dejar de decir su nombre. Todo el tiempo estoy distraído; todo el tiempo mis planes colapsan y todo el tiempo escribo su nombre en el viento, en mi teléfono y en mi cabeza. 

Soy como esa sabana que sigo reparando después de que se le hace una rasgadura nueva. 

Más tardo en arreglar con costuras invisibles mi alma que lo que tardo en volver a sentirme débil y sin aliento. Estoy empezando a pensar que hay sábanas que ya rasgadas no tienen arreglo y qué más vale usar de trapo. 

Creo que es momento de dejar de creer en el amor, en la vida en pareja y en las relaciones funcionales porque parece que ninguna existe, que ninguna es compatible conmigo y que ninguna combina con mi carácter. 

Te dejo porque el mesero me presiona para dejar la mesa si ya acabe de comer. Sin música de fondo me voy a pagar mis enchiladas suizas y a fingir que hay dirección a pesar de ser otro día sin ti. 

Alejandro, 

jueves, 16 de junio de 2022

Jürgen o ¿Quieres ser mi mejor amigo?

Nota: 

Este texto fue escrito y editado entre octubre y diciembre de 2017. Accidentalmente, el texto omite una paquete de detalles y presenta algunas lagunas de tiempo sobre los hechos de la relación entre los protagonistas. Sin embargo, esta carta busca señalar el proceso de enamoramiento entre estos dos gordos amantes. 

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Querido cómplice:

No puedo creer que ya pasó un año desde aquel día en el que me convertí un empleado más de los medios de producción capitalistas. Hoy como hace 52 lunes, ingresé por esa horrible puerta blanca en el Departamento de la Familia. Este día es el aniversario del momento en el que financieramente deje de ser un niño universitario con los pies llenos de barro para convertirme en un enajenado esclavo de la cadena de producción y consumo. Empero, eso hoy me importa un reverendo pepino.

Compinche: ¡Estoy más que excitado! Y no hablo sobre el bulto que llevo en la entrepierna casi todos los días a cualquier hora. Hablo de éxtasis. Estoy emocionado porque desde algunas semanas charlo, como, juego, duermo, rio y fornico con un bodoque que lo mismo me encandila con el Wii o me habla de bioquímica avanzada en un inglés casi británico.

Camarada sé que vas a preguntar si este es otro de mis amores de 2 quincenas como los que acostumbro desde que proletariamente existo al sur de la ciudad mexica. Y sí, es válida tu pregunta.

Pero, mientras observo mi tosco reflejo en los opacos cristales del metro que me lleva a mi fábrica personal de frustración laboral, acepto que la respuesta para esa interrogante es que “no tengo la menor puta idea.” Tengo que reconocer que cuando conocí a Jürgen mi único fin era usar su culo como un medio de desahogo para la frustración de un mal día en mi oficina.

Sin embargo, después de charlas alivianadas; de mensajes llenos de ternura; fornicación salvaje, así como de noches enteras de dormir uno en brazos del otros, un sentimiento está empezando dispersarse por este gordo de piel canela. Un sentimiento que me pone muy de buenas.

Acá en corto te cuento que Jürgen es investigador en formación de la Escuela de Química de la Universidad Autónoma Mexicana de la Nación. El gordito de ojos color chocolate estudia el último semestre de un Master en Ciencias Bioquímicas. Es un pequeño Goliat de unas 250 libras y con un suave y prominente vientre como la porcelana. Jürgen y yo nos conocimos de la forma más romántica en la cual nos podemos conocer los maricas milenials cuando estamos buscando “una relación seria y monógama” (giño giño); mediante una famosa app: Growlr.

Esa noche estaba hastiado de las decisiones sin sentido de la burocracia gubernamental. En aquel día, el gimnasio no parecía ser la solución. No quería limitarme a verle el culo al gordito blanco que siempre saludo sin saber su nombre en las caminadoras del gym. En aquel día necesitaba liberar mi frustración de manera desenfadada. Entonces, la búsqueda por la terapia empezó.

Abrí mis apps escudriñando por una sesión antiestrés; seleccioné a varios candidatos para zarandearnos a través de un bamboleo horizontal, y el elegido fue un chico con cierta mira tierna bajo el nombre de “J.” Mi efímero terapeuta y yo empezamos a charlar; compartirnos algunas fotos impúdicas y acordamos follar esa misma noche. Nos citamos en la salida norte del metro de la avenida Popocatépetl y el Eje Central, porque “J” tenía lugar para la parchada.

Treinta cuatro minutos más tarde llegué al punto de reunión. Nos presentamos cortésmente. Él me indicó que su nombre era Jürgen y me invitó a entrar a su casa, la cual se encuentra a unas decenas de metros de la estación.

Caminé a buen paso y crucé el portón de la casa, al tiempo que me presentaba como Ícaro. Unos segundos más tardes, mientras le arrancaba el pantalón y la camiseta tipo polo color morada, le di el primer beso. Acto seguido, intercambiábamos algunas caricias traviesas en su cama que me llevaron a preguntarle de una manera picara: “¿Quieres ser mi mejor amigo?”

El gordito con los ojos como perlas de chocolates respondió al acabar de reír “Ya en serio. ¿Me vas a decir eso para cachondearme?” Sin titubear me desvestí lo más rápido que pude y al ritmo que me acariciaba en la entrepierna exclamé que al terminar esa noche él iba a acceder a ser mi mejor amigo.

La noche se nos fue como agua. La química enfebreció sin necesidad de catalizadores adicionales.

Cada uno disfrutó del otro lo que quiso y produjo placer con cada repetición. Yo disfrutaba acariciar y morder por todos lados y él degustaba con su boca por donde se le antojaba. Después de la tercera justa de moles, Jürgen un tanto pícaro me abrazó, me dio un beso lento que respondí al tiempo que cerraba los ojos.

Sin decir nada, este personaje se detuvo y me interrogó: “Ícaro, ¿tú quieres ser mi mejor amigo?” y me abrazó sin decir más. Yo respondí estrujándolo con fuerza: “Te lo dije. Claro que sí, niño.” El gordito con pecas en la nariz se dejaba cobijar en mis brazos y sin darme cuenta que esa noche de sexo se convertiría en otra cosa.

Para la tercera noche de nuestro primer encuentro, Jürgen y yo habíamos quedado en vernos para repetir. A la tarde siguiente, un domingo fresco de verano, mi pene volvió a ser un invitado en la intimidad de este gordito. Y el miércoles siguiente se repitió la propuesta de ir a ver Netflix a la casa del gordito con nariz pecosa.

Ese miércoles llegué un poco más temprano. A eso de las 7:50 ya nos estábamos saludando frente al zaguán verdoso de la casa de Jürgen. El acto se repitió con más agilidad y con tanta conmoción que mis calzoncillos acabaron sobre la pantalla de 28 pulgadas, la cual reproducían a todo volumen We bare Bears intentando opacar, minúsculamente, las bufonadas de ambos.

En el colofón de los orgasmos, la charla típica de una joven pareja comenzó con una dinámica natural. Finalmente, sin darme cuenta y dejando la regla máxima el amante casual (Uno no debe emocionarse de más después del sexo porque a veces un puro es sólo un puro y un palo es sólo un palo) invité a cenar a Jürgen.

Acordamos una cena ligera en una pizzería de cadena: una pizza de pepperoni familiar de 8 rebanadas para 4 personas y una soda de medio galón. Después regresamos a su casa y en el camino íbamos hablando de cosas sin sentido, de viajes pasados y de RuPaul’s Drag Race. Todo el camino fuimos tomados de la mano.

De regreso en el cuarto de Jürgen, no me importó que ambos tuviéramos la panza como balón por la comida. Desnude al gordito pecoso y empezó la acción por tercera vez. Después, cuando ya me disponía a irme, antes de siquiera poder decir algo, el gordito con ojos de perlas chocolatosas me reprimió el hecho de irme sin bañarme.

Sabiendo que me cumplía una de mis más anheladas fantasías, Jürgen me sugirió que juntos tomáramos una ducha. Para ello, con torpeza, me aventó una toalla aventajada, él tomó otra igual, también se metió a la bolsa de su short un par de mis condones y el lubricante, y, finalmente, me llevo de la mano al baño.

Esa noche, antes de regresar a mi casa, nos comimos a besos en ese descuidado baño amarillo. Mientras el jabón se deshacía en el piso y el agua corría por todos lados, las caricias entre Jürgen y yo como preámbulo de la despedida de esa noche y del inicio de un nosotros.

Mi compinche, han pasado casi tres meses desde esa primera cena con pizza. Jürgen y yo empezamos una relación que hasta ahora me encanta por todo, especialmente, porque es de dos y para dos.

Me emociona contarte que el cine abunda; que la comida no sobra; que el respeto nos limita; que los consejos y las palabras de apoyo se compagina, y que las risas me sobran desde aquel día. Creo que la dicha anda por acá.

Me despido deseándote lo mejor. Me voy al encuentro de mi gordito para nuestra pizza de miércoles. Inicio mi viaje siguiendo la pista de La Oreja de van Gogh: “Me gustaría inventar un país contigo para que las palabras como patria o porvenir, bandera, nación, frontera, raza o destino tuvieran algún sentido para mí […] Si tú también lo sientes, si a ti también te apetece, no lo pienses, vámonos, ya somos dos. ¿Por qué no me das la mano y nos cogemos este barco celebrando con un beso que hoy es hoy? Que nuestra patria existe donde estemos tú y yo; que todo estará cerca si cerca estamos los dos.”

 Alejandro (Ícaro)


martes, 14 de junio de 2022

Corte y queda

 Mi cómplice:

¿Qué dice la lluvia y el granizo que cubren la ciudad sin tregua? ¿También piensas que dejaste ir la oportunidad hacer angelitos con el granizo que cubría el parque de Tlacoquemecatl? ¿Abrumado porque el Uber se convierte en un bien de lujo? 

Te cuento que, para mi sorpresa, la vida de soltero se ha convertido en una experiencia muy grata. No me refiero, exclusivamente, a la marcha de hombres obesos que tocan mi interphone y del que tanto se queja el vigilante de mi condominio. 

Aunque con un poco de cinismo reconozco que mi lista de contactos plus-size que han desfilado por el runway de la entrada mi edificio es más numerosa que la planilla de modelos curvy de Victoria's Secret en la última Semana de Moda de NYC. Sin embargo, no quiero sólo hablar de mi putería. 

Tener mi propio apartamento de soltero ha sido algo inusualmente positivo para mi persona. He tenido la oportunidad de conocerme, dejar mi esfera de auto-sabotaje y aprender a socializar con personas que, al igual que yo, buscan darle dirección a sus vidas. 

Después de varias semanas en la equina de Eje 8 y Moras he descubierto que los corazones rotos, los sueños en remodelación y las dudas sobre la vida adulta no me pertenecen en exclusiva. Con humor, te puedo decir por todo mi edificio encuentro adultos en sus últimos veintes e iniciado el tercer piso que lo mismo están luchando por destacar en sus trabajos, que vienen saliendo de relaciones fracasadas y que están re-aprendiendo a cómo tener su casa (y su vida) con cierto orden.

En los últimos días, mis vecinos pasaron de ser extraños a los que cortésmente les daba los "buenos días"  cuando nos encontrábamos por los pasillos y las escaleras a saludarnos con alegría, a contarnos el flujo de nuestros días y a organizar mesas de café y tequila de manera improvisada en punto de la media noche. Pasamos de ser extraños cohabitando espacios colectivos a ser jóvenes amistades entre iguales. 

Justo ayer, pasadas las 11:00 pm, cuando regresaba de caminar, en el apartamento 903 se organizaba la cena del próximo viernes que se llevara acabo en mi departamento. Después de atender a la invitación de mi compañero de piso de unirme al comité organizador, me di cuenta que sobre la mesa ya había ganas de llevar esta reunión de planeación a una fiesta en si misma.

Veinte minutos después, Tinker Bell, Peter Pan, Dopey, Gurumpy, Mowgli y Baloo (yo) estábamos en mi apartamento abriendo una botella de tequila mientras la cafetera terminaba de calentar una última taza. Los chistes, las anécdotas hilarantes y las reflexiones sobre la relación Shakira-Piqué iban de ida y vuelta. 

No faltaron las rutinas cómicas que transformaron nuestra mesa en una secuencia de Friends o de How I met you mother. Me sentí cómodo interpretando este nuevo papel del "adulto más centrado" que servía otra ronda de margaritas a sus invitados mientras bailaba al ritmo de 200 copas de Becky G. Las risas siguieron explotando sin esfuerzo que pareciera que nuestra amistad tuviera muchos años y no algunas semanas desde que todos nos instalamos en nuestros pisos. 

Finalmente, en punto de las dos de la mañana, conscientes de que al día siguiente todos teníamos que ir a trabajar, aceptamos que este capitulo de "Adultos" terminó; le hicimos caso a nuestro director "El sentido común" y después de asumir que hubo un "corte y queda" cada uno se despidió. Siguiendo la costumbre agradecimos el buen rato, nos deseamos una buena noche y cada quien regreso a su apartamento para irse a dormir. 

Mientras las luces en nuestros apartamentos se iban extinguiendo me di cuenta que estaba entre pares; personas que al igual que yo gestionan su independencia; sujetos que exploran el mundo buscando el amor, la alegría y la certidumbre. Me alivia saber que mi vaso medio vacío no es el único en la mesa y que hay más gente con ganas de salir adelante como lo intento día con día. 

Camarada, es tiempo de cerrar la edición de este episodio de una versión muy extraña de TBBT en la Del Valle y regresar al chisme político que me da de comer. El día laboral va a continuar mientras en el fondo Spotify reproduce "Tú eres la persona que me ayudará. Es nuestro destino el que nos apoyará a que tú y yo: amigos por siempre, encontremos un gran final." 

Alejandro.

viernes, 10 de junio de 2022

Fue un error conocerte

 Mi amado:

Mi dolor me ciega, me ensordece y me ataranta. Por ello no puedo desear que estés bien. Sin embargo, espero que sigas tu vida como la soñabas. 

He tenido un pésimo día. No dejo añorar tenerte entre mis brazos, no dejo de fantasear con mirarte a los ojos y no dejo de esperar el olfatear tu aroma. 

Me siento un perdedor porque daría lo que fuera por tener un momento tu amor; me siento un hombre mediocre por creer que puedo seguir amando; me siento un fracasado por desear que mi presente sea a tu lado. 

Voy a sucumbir por un segundo y voy a gritar por toda la Avenida de los Insurgentes que te amo, que eres mi amigo, mi cómplice, mi amante. Voy a retroceder 80 días a las rotaciones de tierra y voy a imaginar que nos vemos con amor, empatía y alegría. Voy a tirar semanas de trabajo emocional para confesar que eres lo mejor que me pasó en la vida.

Dejaré la factura para mañana, pero hoy me permito sentirme tan enamorado como cuando me flechaste al conocerte. Llevaré una sonrisa de oreja a oreja porque traigo puesta la playera que me regalaste. Me deleitaré por un segundo con las semblanzas de aquellos domingos en los que dormíamos todo el día y nos abrazamos aunque el calor nos invadiera.  

Acepto la verdad, pero este día lo haré a mi manera. Sé que un error conocerte, pero es un error que volvería a cometer por todo el amor que día fue cierto, por todas las risas que tuvimos y por las centenas de comidas que compartimos. 

Hasta que den las doce campanadas en mi reloj, seguiré sin rumbo, en la incertidumbre y con millones de esperanzas. Sin arrepentimientos ni muletas emocionales dejaré correr este río de lagrimas profiriéndote amor, lealtad y amistad. 

Cuando acabe esta semana inglesa volveré a empezar, regresaré a la cordura y me pararé en la practicidad. No me importa que los saltos de rana me lleven a un punto del lado de los números negativos. Ya en casa, cuando inicie otro día, comenzaré desde el día uno.

Esta noche, cuando me acurruque en mi cama, con los ojos cerrados, te imaginaré a mi lado, y como aquellas noches difíciles te recitaré al oído "Si tú también lo sientes, si a ti también te apetece. No lo pienses, vámonos, ya somos dos. ¿Por qué no me das la mano y nos cogemos este barco celebrando con un beso que hoy es hoy?"

Alejandro

domingo, 5 de junio de 2022

El regreso del jabalí a la cacería

Mi cómplice:

¿Qué dice la comida dominical en familia? ¿Aún no te fastidia tener que fingir estar bien cuando todo sigue roto? Así como yo, ¿lograste evadir esa incomoda reunión gracias a tu jornada extraordinaria por las elecciones estatales del domingo 5 de junio?

Las nuevas no sólo se limitan a reportar mi séptimo día en la trinchera de la política. También, te puedo contar que el sábado, un sábado cualquier, se convirtió en el regreso del jabalí a la cacería. 

El pasado sábado regrese a las pistas de baile. No fue un acto de voluntad. Mi más reciente entrada triunfal en el Salón de los Osos fue producto de la presión social de mis amigos y de la terapia de exposición que recomiendan los expertos a las fobias. 

Ya no podía seguir teniendo miedo de deambular de noche por las calles de esta ciudad. Era momento de regresar a ser la bestia sensual, brava y decidida que asecha a pequeños gorditos que se esconden tras una botella de cerveza clara o un cóctel de promoción. 

Me mentalicé mientras el agua de la regadera recorría mi voluminoso cuerpo. Llegué a la conclusión de que después de 70 de días debería volver a cazar entre la niebla de antro, los afiches de hombres pelo en pecho y la estridencia de las canciones de la Trevi. Ya era indispensable que consiguiera mi propio alimento sexual sin la ayuda de una aplicación o de forma artera en un cuarto oscuro. 

No sabía si regresaría con una presa prendida de mi hocico, que suplicara terminar con la arrastrada que inició en el bar y que olvidaría en la mañana cuando la luz de amanecer me mostrara mi mala elección de amante. Pero tenía que salir una vez más a la jungla de concreto sin estarme lamiendo las heridas.  

En punto de las 11:00 de la noche mis amigos y yo llegamos al Salón de los Osos. En la entrada nos cateo un vigilante de mal gesto, nos pusieron una pulsera que indicaba el acceso y encargamos nuestras prendas excedentes en el guardarropa. 

Di un suspiro profundo y cruce el umbral con toda la actitud de un rollizo monstruo que sabe sensual. Mientras recorría el lugar, me contonee en un escueto suspensorio negro, un jersey color azul pastel que no me llegaba al obligo y una sonrisa coqueta de oreja a oreja. 

Con seguridad saludé a un par de gordos que reconocí de mis otras visitas, también presenté mis respetos al dueño del bar y me acerqué al cantinero para pedirle un tarro de litro de cerveza oscura. 

La noche corrió mientras recitaba en un inglés trozado las canciones de Madona, Beyoncé y Lizo. En un par de ocasiones en mis travesías al baño saludaba a los gordos que consideraba atractivos. Fui insistente en mis halagos a estas botijones porque tenía el firme propósito de conseguir un nuevo amor de una noche. 

Reí, grité y baile como si no hubiera deseado morir la primavera pasada. La vida siguió al ritmo de cada beat y yo, sin darme cuenta, seguía con ella. 

Finalmente, abandoné la colonia nocturna de osos sin una presa y con antojo de un menudo bien picoso. Pero no me importó, porque mi alma estaba en paz. Otra vez estaba al cien con mi sensualidad erecta, con mi seguridad en escena y con una voz muy enronquecida por cantar a todo pulmón "Believe" de la casi inmortal Cher. 

El coloso ha regresado para quedarse. 

Mi bien, es tiempo de volver al monitoreo de las encuestas de salida mientras tatareo y muevo mis caderas al compás de "Life's a party, make it hot. Dance don't ever stop, whatever rhythm. Every minute, every day take them all the way you gotta live 'em (...) Let's get loud, let's get loud. Turn the music up to hear that sound." 

 Alejandro

viernes, 3 de junio de 2022

Mi primera vez

Mi cómplice:

¿Qué dice el extraño viento que recorre la ciudad por las noches? ¿Te ha susurrado su nombre al oído mientras paseas por estas calles solitarias? ¿Has empezado a tener frío y necesitar su abrazo? Dime que eres más fuerte que yo.

Hace unos días fui por primera vez a comprar mi despensa. Como se acostumbraba en los tiempos del amor para obesos, tuve que pasar por el Sam's y por el Costco. No pude ir sólo. En mi primera parada, tuve la compañía de Miguel, y en la segunda tuve que llevar con correa a mi compañero de piso. 

Al día siguiente, mientras ordenaba mi día me di cuenta que no sería mala idea regresar a mi mochila mi pequeño neceser de rayas. Esa es una bolsita de secretos que yo llevaba cuando conocí a Giordano. En ella transportaba condones, lubricante y una loción de viaje por si la noche acaba con una visita a un hotel de paso en compañía de un gordo desconocido. Esta fue la primera vez que tuve que volver a cargar mi neceser para salir de mi casa. 

Anteayer, después de una jornada de locura en la oficina regrese a casa. Con problemas me arrastré por las escaleras, me vestí con una improvisada pijama y cené cualquier paquete de galletas que había en mi recién abastecida alacena. No pasaron más de veinte minutos cuando el sueño me venció. 

Mi cabeza tuvo una travesía de la que difusamente tengo recuerdos. Sin embargo, tengo claro que en mi mente viaje por mi oficina, una playa desconocida y una calle embestida por una fuerte lluvia. Mi alarma sonó como siempre a las 6:41 am y entonces abrí los ojos. Cuando active todo mi sistema operativo, me di cuenta que por primera vez en 10 semanas mi cerebro se dio el permiso de soñar (y que tampoco desperté llorando). 

Ayer, la cena del departamento 1010 se llevó a cabo en esa famosa taquería bajo el puente que divide la colonia Xoco y el Centro de Coyoacán. Aquí ocurrió otra primera vez: comer tacos sin él. Hice mi orden, recibí mi plato y consumí su contenido sin pelear que los limones estaban sexos, que la salsa no picaba o que el suadero era que el pastor. Esta cena fue a mi antojo, para mí y sólo para mí. 

Finalmente, hoy, mientras mis colegas y yo reaccionamos a las declaraciones del Presidente, reí con naturalidad por un chistorete de un colaborador. Fue la primera vez que reí sin fingir estar de buenas, sin sentirme incomodo por tener que socializar y sin tener que vencer una pesadumbre porque Giordano me dejo. 

No sé como definir lo que siento. Tiemblo al pesar cuantas primeras veces he tenido en estos días. Y me siento aterrado por todas las posibles primeras veces que voy a vivir de aquí en adelante. Si tuviera que hacer un ejercicio de definición sobre estas vivencias diría que me siento solo, abandonado, ligero y libre. Ésta es una combinación de emociones que se dilucida caótica en sí misma. 

Me siento triste porque habrá por primera vez un pastel de cumpleaños que no compartiré con mi gordo de ojos avellana;  me siento mediocre porque tendré que firmar por primera vez mis tradicionales tarjetas de navidad como soltero; me siento confundido porque le diré por primera vez "Te quiero" a un hombre que no sea Giordano; me siento curioso porque empezaré por primera vez a experimentar una vida de soltero con un cómodo apartamento y buen trabajo; me siento calmado porque dejaré por primera vez de llorar por un hombre que me abandonó después de media década de relación. 

Mi bien, tengo que terminar esta carta en silencio porque no conozco ninguna canción que describa lo que vivo. Tal vez debo componer una melodía que siga el lento compás de mi sanación y que exprese los altibajos que tengo casi cualquier minuto del día. 

Te dejo mientras traduzco mis emociones a acordes que sigan un ritmo no tan taciturno como el humor que aún me caracteriza, 

Alejandro.

martes, 31 de mayo de 2022

Amar es una carga, más que una bendición

Nota: Este texto surgió como una idea que tuve durante el confinamiento de la pandemia del COVID19 entre 2020 y 2022. 

Tenía miedo de escribirlo a consecuencia del terror a aceptar que mi relación se había fracturado y que no tenía remedio. Sin embargo, para el verano de 2022 eso ya había pasado y tengo la sensación de que perdí el tiempo al no enfrentar mis sentimientos entonces. 

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Mi cómplice:

Espero que estés bien. ¿Te ha relajado el vivir encerrado a 4 paredes? ¿Qué se siente respirar el mismo aire una y otra vez? ¿No te hace falta la brisa del mar?

He empezado a tener miedo a mis propias ideas. Quisiera bloquear todas mis emociones para que éstas no den a luz sentencias que podrían lastimarme a mí y a la persona que tanto amo. Pero la locura y mi baja de dosis de antidepresivos no me permite controlar lo que pienso.

Cada día siento más rencor de la persona que comparte mi cama a consecuencia de las varias veces que por noche me despierto porque encuentro en "On" la lampara nupcial o la televisión sin razón. Cada desayuno me siento más erosionado por su desdén y su horrible costumbre de aventar el plato al frente cuando termina de engullirse su doble porción de alimentos. Cada momento siento más cólera por sus desmedidos berrinches asociados a la lenta velocidad del internet, a la ausencia de cupones para "boneless" o al anuncio de que otra película va a postergar su estreno por la pandemia. 

No vivo preocupado de contraer esa desconocida enfermedad; vivo angustiado porque en cualquier momento mi osito dejará de ser manso para convertirse en un leviatán que hiere de muerte todo a su paso. Escudriño las habitaciones al entrar para evitar hacer un movimiento en falso e iniciar otra pelea que sólo se va apagar con otro pedido de 500 pesos más propina en Uber Eats. 

Mi cabeza no está en otro lado más que en tener contento a mi marido. Mi marido no hace otra cosa que quejarse por sentirse como animal enjaulado. Lo que no hace es valorar las decisiones que lo llevaron a estar encerrado a piedra y loco: sus casi 3 décadas consumiendo comida chatarra, sus más de dos lustros ingiriendo alcohol y tabaco al por mayor y su larga vida estudiantil de malos hábitos de sueños e hidratación. 

Cada vez que me obligo a tener la cabeza fría para que una discusión sólo sea un berrinche pequeño y no una tercera guerra mundial, me quiebro un poco más. Como el moho en la paredes de esta vieja casa, esa idea permea mi corazón: amar es una carga, más que una bendición. 

Para dejar de pensar, para no enfrentarme a mi mismo y a él y para callar la voz de la cordura en mi cabeza, me voy a dormir otro par de horas. Cuando despierte, si el atardecer no ha llegado, haré una merienda frita; pero si la luna ya brilla, entonces haré un pedido de más de 5 mil calorías y lo esperaré mientras acompaño a mi gordo en su enésimo juego de the Age of Empires

Empiezo a sentirme desesperado. Creo que tengo que tomar una decisión o voy a perder lo que más amo: a él. 

Sin saber que consecuencia tendrá, voy a meter mi creatividad, mi imaginación y mi inspiración en una caja para que no haya dolor ni lagrimas. Me voy a concentrar en estar para mi pareja. No me quiero imaginar un mundo sin él; no me quiero enfrentar la verdad de su indiferencia; no me quiero sentir derrotado por perder mi matrimonio. 

En mi camino voy en neutral de aquí en adelante, a pesar de las curvas o las pendientes.

Camarada, te dejo para practicar mi dicción pérdida en italiano. Seguiré recitando una canción cualquiera de T. Ferro: "Y en tiempos negros, te salvé la vida tantas veces y no supiste, eh. Descubrirás un día que te entregué mi vida y el sentimiento fue solamente mío. Tu amor fue casi nada; lo hice mi universo. Estoy roto, has extraviado un trozo de mí, eh. Ya fui demasiado bueno; hoy me rindo, ya no puedo más."

Alejandro

lunes, 23 de mayo de 2022

La claridad del reflejo

Mi cómplice:

¿Qué tal te han tratado los volubles cambios de clima de nuestra ciudad? ¿No te abruma tener que salir listo para el calor del infierno y cargar la sobrilla para el diluvio de cada tarde? ¿Listo para los nuevos vientos que circulan por esta inmensa ciudad?

Ya con la cabeza menos llena de aire caliente, me he dado a la tarea de crear espacio para nuevas y productivas ideas. En los últimos días he caído en cuenta de la fortuna que poseo. No hablo de dinero ni propiedades; me refiero a mi invaluable colección de amigas y amigos.

Por más de 20 años, desde que le entendí al juego de las atrapadas, he compartido charlas maratónicas, juergas con millones de lágrimas y conciertos monumentales de risas con estas extraordinarias personas que me han brindado su amistad. Hablamos de más de dos décadas de confianza, respeto y sinceridad de ida y vuelta con mis camaradas.

Reconozco con el pecho crecido que mis cuatachos y cuatachas han sido cruciales para mi cordura, para mi crecimiento personal y para enfrentar esas tormentas inesperadas. Considero indispensable aceptar que sus buenas ideas, sus críticas implacables y su paciencia dosificada me han cobijado y me han impulsado cuando fue necesario.

Merecen más que un monumento. No puedo dejar de aceptar que gracias a sus consejos aprendí a esperar a que la bruma del desamor siempre se disipa; a encarar el dolor del fracaso sin victimizarme, o a presumir mis glorias sin perder el piso.

Tengo claro que cada vez que pido un consejo estoy frente a un espejo que habla con la verdad, que me muestra virtudes y vacíos con sinceridad y que me presentan mi realidad con franqueza y sin condescendencia. No importa si me estoy ahogando en un vaso de agua o me enfrento a una decisión temeraria, me hablan con la verdad.

Cada consejo me lleva a un lugar seguro porque a través de sus ojos y opiniones me enfrento a la justicia de mi propia imagen. La claridad del reflejo con la me hablan me impide engañar (me), me impulsa a mejorar y me da dirección cuando quiero perder el tiempo en caminos estériles.

En las últimas semanas fueron indispensables para enfrentar el rompimiento de mi relación. Sin tener que pedirlo más de una vez, estuvieron ahí para mí, me atendieron con cariño y me apalearon con la verdad para que saliera adelante del hoyo en que me quería sumir.

Si bien no transfiero mi responsabilidad de lo que soy, donde estoy y lo que quiero ser. Tengo muy claro que mis compinches fueron el viento bajo mis alas para que esta ave con las alas rotas volviera a surcar el cielo.

Sus palabras y sus atenciones fueron necesarias, útiles y reconfortantes ahora que un hombre me rompió mi grasoso corazón. Con petulancia puedo decir que su compañía será requerida mañana cuando otra vez encuentre al amor de mi vida, cuando fracase laboralmente o cuando encuentre otro lugar gris donde querer mimetizarme.

Mi cómplice es momento de completar mi radiografía económica de Campeche mientras finjo que no vivo un sitcom de la ABC y tengo como tema de entrada “When it hasn't been your day, your week, your month or even your year, but I'll be there for you ('Cause you're there for me too).”

Alejandro


miércoles, 18 de mayo de 2022

Es momento de dejar este nido


Querido cómplice:

¿Cómo te ha ido en estos días de calor intenso? ¿Has empezado a fusionarte con la silla mientras tecleas como loco el resumen de la mañanera? ¿Listo para que las emociones se suelten en la semana santa?

Después de que Giordano me dejo, me sumí en hoyo que me aprisiona y me hace sentir que la vida perdió mucho sentido. Me siento herido y creo que no he vivido lo peor porque la esperanza de recuperar a mi gordo de ojos chocolate me sigue invadiendo múltiples veces por día.

Sin embargo, cuando la cabeza está fría, cuando las puertas de otras vivencias se muestran entreabiertas y cuando empiezo a pensar en mí mismo antes que él, entonces empiezo a pesar que es momento de abrir las alas para volar más lejos, más alto y con más velocidad como nunca lo he hecho.

Sigo enamorado, volvería a darlo todo por él y seguiré pensando que tenemos un destino juntos. No obstante, creo que es momento de vivir este cambio; es momento de pensar en mí antes que todo y es momento de dejar este nido donde no hay cabida para mí.

Será que nos seguiremos amando, será que habrá otro chance, será que conoceré a alguien nuevo, será que lograré nuevas metas. Eso no importa. El tiempo dicta que debo salir al mundo otra vez para descubrirlo, para gozarlo y para seguir riendo.

Por unos días lo olvidé. Pero es tiempo de tener en cuenta que “every day there's a war to fight, and if I win or lose, never mind […] I'm ready for the good times; I'm ready for the good times… Ready to get it on.”

Alejandro

6 de abril de 2022

El 7 es mi número de la suerte

 Mi querido cómplice:
 
¿Cómo te fue en tus vacaciones? Las mías fueron una montaña rusa sin control de velocidad y sin las protecciones para mi corazón, mi salud mental y mi reputación como amante internacional

Tomé la decisión de cumplir mi última promesa a Giordano: Nuestro viaje de vacaciones por sus primeros 30 años. Sin embargo, vinimos a gringolandia sabiendo que él me había dejado por otro; nos subimos al mismo avión sabiendo que el me había engañado con un tipo que a mi juicio no me hace sombra; visitamos a mi hermano y compartimos su mesa fingiendo que no hay una cantidad infinita de reproches para justificar su infidelidad y justificar mi codependencia; compartimos la cama para dormir y fornicar creyendo que visitar el Paseo de la Fama y los antros gays de West Hollywood no tendría un costo para nuestra salud mental. 

Pequé de absoluta inocencia al creer que lo peor que me podía pasar era recuperar un par de kilos por la ingesta masiva de soda y harinas procesadas de la comida nativa del país de las barras y las estrellasSin embargo, mi viaje acabó mal, como todos lo supusimos, porque no le sé poner límites a Giordano, me volví a poner de pechito para que abusara de mi carácter y volví a perder la cabeza y a gritar a media calle a las 3 de la mañana

Los malditos celos derivados de la compulsiva necesidad de Giordano de reportarle su vida y hasta mi vida a ese tipo cobarde me consumieron mientras bailábamos por petición suya en un bar mediocre de la zona rosa de Los Ángeles. No pude soportar que unas horas antes de regresar a casa y a unas horas de cumplir 7 años de abandonar el closet otra vez me sitiera el plato de segunda mesa de quien me dice que me ama y que mientras me decía que quería estar conmigo, Giordano con su mente ya estaban en otro país y con otra persona. 

Termino mis vacaciones con el sabor más amargo podrido que pudo haber; llego a mis primeros 7 años amándome al 100%, pero rechazado esa versión de mí que me limita; regreso a casa con la cola entre las patas porque pensé que mi fea historia de amor podría tener un final feliz de dos gordos enamorados comiendo In N Out frente a la playa de Santa Mónica. 

Ya no puedo hacer nada. Ya fui, otra vez y en su versión internacional, ese monstruo horrible mientras pretendía ser el papá de Giordano, la niñera de Giordano, la enfermera de Giordano, la mucama de Giordano, pero nunca su pareja. 

Me voy a poner llorar lo que necesite porque cuando cruce migración en unas horas voy a regresar a mi realidad: la realidad que no niego, que abrazó y que acepto. Me daré la oportunidad de retornar a mi departamento en un rincón cerca del cielo, a mis aplicaciones para buscar amantes que queme ayuden con mi cardio del día, a mis libros y mis estudios truncos, y a vivir para mí y sin pesos ajenos. 

Estaré en casa cuando llegue mi séptimo cumpleaños, cuando inicie este nuevo año estaré más cerca de una década de éxitos de amor propio que de un lustro de mentiras de una relación tóxica, cuando el inicie otro ronda del sol sólo lloraré porque me pegue en el dedo gordo con la esquina de la cama y no porque mi autoestima esté en el suelo consecuencia de que Giordano se fue a vivir con ese hombrecillo  en menos de 24 horas de haberme dejado.

Basta de este drama. Dos meses fueron suficiente. 

Me voy a cambiar el switch. El 7 va a ser mi número de la suerte y voy a empezar otro año con la luz y la sombra sin tener más que ganas de vivir: errores, fracasos, lagrimas, éxitos, risas y amores. Se queda en Estados Unidos este dolor porque ya lo cargué por medio continente y no saco nada productivo de ello ni recupero a Giordano. 

Voy a regresar con dos maletas llenas por mi paso por Ross, Target y Macy's, pero la carga, esa carga de mierda, ya no viene conmigo. 

Mi querido cómplice es tiempo de pasar la revisión de seguridad en uno de los aeropuertos más grandes del mundo. Será que en el cateo me decomisan mi cinismo, mi tristeza y mi lujuria. 

También es momento de dar uno de los pasos más importantes de mi vida: pensar únicamente en mí y para míDejemos que el gordito de Sam Smith me aconseje al oído para salir adelante everyday I’m trying not to hate myselfBut lately, it’s not hurting like it did beforeMaybe I am learning how to love me more.

Alejandro

miércoles, 27 de abril de 2022

De paja y miedos

 Querido cómplice: 

Esta ola de calor que acosaba a esta ciudad fue seguida de atardeceres nublados y molestas lluvias ácidas. ¿Cómo vas con la camisa empapada de sudor y luego de lluvia citadina cuando llegas a casa? ¿De algo te ha servido cargar con el paraguas a todos lados? ¿Te sientes protegido o salvo?

No me han bastado más de cuarenta días de este duelo para aceptar mi pérdida. Sigo pensando que estoy en una de esas pesadillas que me daban cuando cenaba 15 tacos, medio alambre y mi litro de Coca - Cola sin azúcar. Bueno, tengo momentos de conciencia en que esta pesadilla se torna sin sombras en mi presente y la pueda soportar con un par de cápsulas de fluoxetina. 

Al aceptar esta realidad y contemplar de nuevo mi reflejo frente al espejo, me confirmo como un hombre de paja y miedos. Me siento decaído porque sigo en ruinas cuando antes era un coloso afable, atento y atrevido. Sin embargo, la imagen no me miente: tengo mucho trabajo si quiero que ser perene, resiliente y feliz cuando le embistan nuevas tormentas a este risco. 

Ya empecé a aceptar que el risco se ha desgajado prominentemente y que luce bastante diferente. Sin embargo, este risco sigue en pie, mirando al horizonte y de cara al mar. 

Este risco no tiene certeza si mañana habrá buen clima o si habrá nubarrones por todo el cielo. Pero eso no le importará, porque esa es la lección que se tiene que volver a aprender: no hay certeza de cuando otra tormenta pegará y no debe ser una preocupación latente. 

Yo, este risco, seguiré aquí frente a la vida porque la caricia de la brisa o el golpe de la ventisca son fundamentales para apreciar el día y la noche, la luna y el sol, y el silencio y el bullicio. Continuaré a pesar de las grietas y las deformaciones del tiempo porque sería peor huirle a la dicha que es ver el amanecer de las cosas nuevas y el atardecer de los ciclos que terminar.

Mi bien es hora de quitarle la pausa al Spotify porque la música tiene que continuar: smile what's the time, you must keep on trying; you'll find that life is still worthwhile, if you'll just... SMILEEEEEE. 

Alejandro

miércoles, 20 de abril de 2022

Lección no aprendida

 Querido cómplice:


El calor azota la ciudad. ¿Has sentido el golpe de calor? ¿Vas con tu botella de agua a donde sea? ¿Qué te angustia más: el sofoco del medio día o tu incapacidad de vivir solo? 

No conozco a nadie que no al saber de mi no me reproche mi codependencia y mi negligente amor propio. Por mucho le eche una sonrisa al espejo, el reflejo me responde recordándome que no cuido de mi mismo, que me lamo los labios cuando pienso en ser un paraíso emocional de alguien o que hago berrinches porque no respeto las decisiones de los otros. 

No importa quien me lo diga. Estoy aferrado a no entender de razones ni a escuchar a la gente que busca mi bienestar. Me ha gustado y disfruto la mierda en la que estoy. 

Cínicamente aceptó que ésta es una lección no aprendida. Sin embargo, no lo confieso para mantener la cabeza bajo tierra. 

Lo digo en voz alta porque ya no quiero, ya no puedo y ya no intento mantener mi vida en esta dirección. Pronto, minuto a minuto, con recaídas, quiero y voy a salir adelante. 

Lo sé y me lo prometo a mismo.

Iré con el tiempo y no en su contra. Iré con miedo, pero no me detendré por su compañía. Iré por esta ciudad a pesar de caerme otras mil veces más porque al final esta es mi vida, yo soy su protagonista y la historia la escribió yo. 

Mi cómplice, mientras la brisa en el atardecer de esta ciudad me acaricia en la cara y en las nalgas, me voy cantando a la Celia porque la vida es un carnaval y las penas se van cantando. 

Alejandro

jueves, 24 de marzo de 2022

De aquí no me muevo

 Querido cómplice:


No me hago la víctima aunque lo puedas o lo quieras pensar. Estoy herido. Devastado. 

Siento un gran dolor, porque la verdad se me estampó en la cara, porque tengo que reconocer que mi amor se contaminó, porque esos famosos arranques de amor no son virtuosos. 

Las que siempre presumí como hazañas, mis grandes locuras de amor son lo que siempre fueron artilugios extremos que era innecesarios, que fueron cansados y que consumieron el amor. 

Me pesa decirlo en voz alta, pero tengo que reconocer que mi forma de amar daña más que protege, irrita más que calma y destruye más que construye. 

Sin embargo, no hay motivos para afirmar que el amor no debe ser gigantesco, colorido y luminoso; así como sus proxies. 

Tendré que aprende a expresar mi amor de otra forma, sin embargo no conozco evidencia que diga que mi amor no debe ser voluminoso, festivo y memorable. De aquí no me muevo, porque el amor que voy a seguir dando será talla plus como mis pantalones. Eso si, será delicado, preciso y sincero. 

Voy a caminar por este bache sin enterrarme en el fondo; me voy a seguir amando con entereza y voy a volver a reír a pulmón lleno como lo hecho por más de tres décadas. 

Mi cómplice, te dejo. Sigo entre sollozos, pero no desesperado mientras se reproduce en aleatorio “Lights will guide you home, and ignite your bones and I will try to fix you.

Alejandro

miércoles, 23 de marzo de 2022

Me tendré que perdonar, cuidar y valorar yo mismo

 Querido cómplice:


Frente a mi nuevo presente, no tengo fuerzas, energía o aire que me impulsen. Siento como la ansiedad me empieza a dominar al grado de sentirme perdido, nublado y lleno de odio. 


Me estoy empezando a maldecir porque no puedo escapar tan rápido y porque me aferro a un as que me de la victoria. 


Respiro un instante a la vez me repito desesperadamente, mientras sostengo la fluoxetina en la mano, que  me tendré que perdonar cuidar y valorar yo mismo. 


Mi lector, te dejo porque no me siento de todo bien. 


Alejandro

martes, 22 de marzo de 2022

Si tengo que decir adiós, me despido con una sonrisa

 Querido Giordano:


En las últimas horas una verdad se reveló frente a nosotros: esta relación no te hacía feliz. Estas palabras me hirieron profundamente, me pegaron en lo más profundo de mi corazón y transtornaron cada una de mis células.


Hasta hace 72 horas conocía el rumbo de mi futuro; ese lindo futuro a tu lado. Creí ganarle a la incertidumbre la mayoría de las jugadas. Me sentí un ganador. Pero sin tregua y sin aviso me acabo de dar cuenta de la más espectacular de las jugarretas de la vida: me expulsas de tu vida.


Las razones son muchas para acabar estar relación: los miles de gritos que imperé, las centenas de veces que me ignoras, las millones de veces que fuimos egoístas él uno con él otro, las billones de veces que nos faltamos al respeto sin motivo ni civilidad y la lista sigue.  


 No pienso hacer reclamos de despecho porque lo malo no supera lo bueno. Las sonrisas y las panzas llenas abundan en mis memorias por montones que casi opacan las lagrimas y los ayunos innecesarios. Los errores, los grandes errores, no eclipsan las extraordinarias decisiones que tomamos juntos. Las largas noches de amor por estudio o sexo no se anulan por las peleas y los reclamos hasta el alba. 


Me voy como vencedor porque te ame, te amo y amaré con todas mis fuerzas.  


Si esta historia de amor tiene un último capítulo, lo culminaremos con un final intenso y correspondiente a la dimensión de lo que significa amor. Si tengo que dejar de ver esos hermosos ojos café en cada amanecer, voy a grabar en mi memoria cada pigmento de tu iris caoba avellana. Si tengo que decir adiós, me despido con una sonrisa porque el amor nunca le debe hacer mal a nadie; te nutre y de da vida.   


Mi querido gordo, me despido convencido mientras con voz ronca te canto: "y yo, por última vez me veré en tus pupilas. Cogeré tus manos y antes de marchar, con un hilo de voz te diría: "¿Lo ves, tonto lo ves? Cómo fuiste el amor de mi vida"


Alejandro, 

22  de marzo de 2022

miércoles, 26 de enero de 2022

Esa insípida quietud

 Mi querido cómplice:

¿Cómo te ha ido? ¿Qué ha sido de tu vida estos varios meses sin saber uno del otro? ¿Hallaste la forma para escapar a este virus mundial? ¿No estás tan loco y fuiste a esas filas eternas para ponerte tu vacuna rusa?

Sin sarcasmos o códigos ocultos deseo que tu vida vaya en orden y que los eventos inesperados los puedas atender sin mayor complicación.

Me he dado cuenta que tiene más de 6 meses que te escribí por última vez; me he dado cuenta que me abandone al abandonar nuestra correspondencia también me abandone a mí mismo por un largo rato; me he dado cuenta que deje de parar frente al espejo para para reconocer y abrazar mis temores, mis escuetas hazañas y mis nuevas canas.

Seguro te preguntas por qué y descubro que también me lo pregunto. Voy a ser cuadrado y usaré la explicación más obvia: deje de pensar en mí y por tanto deje de atender aquel flujo de ideas perversas y sueños inocentes que llegan a mi cabeza.

Si te soy franco me cuesta trabajo continuar esta carta.  Me siento ausente entre estas líneas y las palabras tampoco están acá. Ellas y yo nos reusamos a contar una nueva anécdota, aunque ésta fuera lo suficientemente relevante y ridícula para merecer ser contada. 

Sin embargo, si hay musarañas y fantasmas emocionales que debo vomitar en una nueva hoja. Creo que simplemente no sé por dónde empezar; que no sé a dónde voy; que no sé si me quiero moverme de esa insípida quietud.

Te aclaro: mi silencio no indica que todo esté bien por si dejas de saber de mí otra vez. Más bien, hay una ausencia completa de incentivos para escribir y escribirte. Pareciera que estoy en una superficie estéril donde no hay huellas que seguir, no hay viento que indique direcciones ni un cielo estrellado que guíe en la oscura noche.

Me resisto a aceptarlo, pero parece que me rendí.

Me siento sin ánimos, siguiendo la vida, pero sin vivirla. Voy sólo contemplando hechos aleatorios que se presenta de lunes a domingo en un horario habitual de 9 a 19 horas.

No reconozco este clima emocional, pero tengo la sensación de que esta calma no es sana. No obstante, te aseguro no añoro esa cantidad estúpida de problemas y peripecias que sufría en cada tormenta emocional. 

Sospecho con pereza que me enfrento a algo lamentable por el que tendré que deambular tarde o temprano.

Haré una pausa en esta visita a aquel campo de gris en el cual me puse y del cual no descifro si debo o no salir.

Te dejo y espero que la próxima vez que nos leamos haya al menos lágrimas y un buen plato de queso gouda para compartir.

(Sonido de fondo: “Cellophane. Mister Cellophane should have been my name: Mister Cellophane. 'Cause you can look right through me, walk right by me and never know I'm there...”)

Ícaro

26 de enero de 2022